Se llama verdugo a la persona encargada de ejecutar una sentencia de muerte o de aplicar una pena que implica un castigo físico. El verdugo, de este modo, es aquel que tiene la función de matar al condenado.
Este oficio se vincula a tiempos pasados, cuando la pena de muerte era frecuente y constituía, muchas veces, un evento público que era observado por todo el pueblo. El verdugo era quien accionaba la guillotina o aquel que desencadenaba el mecanismo de la horca, por citar dos posibilidades.
Como encargado de ejecutar la pena de muerte, el verdugo tiene la potestad para quitarle la vida a otra persona sin que dicha acción resulte ilegal: por el contrario, su tarea consiste en la aplicación de lo establecido por la ley.
Aunque suele considerarse que las ejecuciones constituyen un castigo bárbaro y alejado de los parámetros de la civilización, muchos países aún mantienen este tipo de condenas, como Estados Unidos, China e Irán.
El trabajo del verdugo no es saludable ni agradable desde ningún punto de vista, y deja claras huellas en la mente de quienes lo realizan, incluso de aquellos que deciden hacerlo por voluntad propia. No son raros los casos de personas que hayan asumido este rol y en la actualidad deban enfrentar trastornos del sueño o depresión, entre otros de los males que pueden aparecer como consecuencia de asesinar premeditadamente a un gran número de seres durante años.
Esto no es ningún misterio para las autoridades de los países o los estados en los cuales la pena de muerte está aceptada, ya que lo normal es que los verdugos reciban tratamiento psicológico de forma regular, para evitar un colapso que les impida continuar con su tarea. Además de los problemas psicológicos que se desprenden de este trabajo, existe un elemento mucho más fuerte y letal que cualquier pena o enfermedad: la culpa.
Ser consciente de que hacemos el mal a los demás nos carcome y aunque intentemos tapar la realidad con mentiras, la culpa siempre encuentra una forma de hacernos pagar: si no es mediante el arrepentimiento legítimo y la búsqueda de redención, entonces nos debilita y nos enferma.
Es necesario señalar que mientras millones de personas se horrorizan ante el concepto de verdugo, los animales son torturados y asesinados todos los días para ser convertidos en alimento, y esto no es diferente a la ejecución de un ser humano; de hecho, es peor, ya que ningún animal de los que colman los platos de almuerzos y cenas ha cometido un crimen. Así como ocurre con quienes han trabajado quitándoles la vida a otras personas, las actividades de los mataderos también tienen consecuencias negativas y generan mucha culpa: hay muchos ejemplos de individuos que se han vuelto veganos luego de haber trabajado durante años en granjas.
Por analogía a esta acepción, se conoce como verdugo a aquel o aquello que causa dolor (físico o simbólico) o que inflige un castigo. Por ejemplo: “El verdugo del niño estuvo prófugo dos meses hasta que fue capturado”, “En la final de la Copa del Mundo de 2014, Alemania fue nuevamente el verdugo del seleccionado argentino”, “El reportero japonés fue asesinado por un verdugo del grupo terrorista”.
Otros significados del término verdugo aceptados por el diccionario de la Real Academia Española (RAE) relacionan la noción con los azotes, los vástagos de los árboles y los abrigos que también se conocen como pasamontañas.
Dentro del género de lagartos iguánidos denominado Phymaturus encontramos a los Phymaturus verdugo, en este caso como nombre propio. Se trata de animales que habitan en zonas rocosas de Argentina y Chile. Son herbívoros y vivíparos, y se caracterizan por poseer un cuerpo muy chato.
