Atanor es un término con un extenso recorrido etimológico. Sus orígenes remotos se encuentran en el acadio tinūru, que derivó en el arameo tannūrā. Este vocablo llegó al árabe clásico como tannūr, a su vez transformado en el árabe hispánico attannúr.
TemasTubería de agua
Se denomina atanor a la tubería que se emplea para el transporte de agua. El concepto también refiere a cada tubo que conforma la cañería en cuestión.
Atanor es un tubo para conducir el agua
Este concepto tiene una historia muy extensa, y encierra una importancia de carácter vital para la evolución de nuestra especie, precisamente porque fue útil para la provisión de agua. Este elemento siempre ha sido y será fundamental para nuestra subsistencia y nuestra salud, y la creación de las primeras tuberías fue el primer paso hacia una mayor protección del organismo, por medio de la higiene y de la nutrición en zonas alejadas de las fuentes naturales.
Un atanor, de este modo, es una cañería que permite transportar agua o incluso otra clase de líquidos. En un sentido más amplio y dependiendo del contexto, el atanor puede destinarse al traslado de gases o incluso de ciertos sólidos.
En la antigüedad, el atanor se construía con barro cocido. Actualmente las cañerías se fabrican con otros materiales, como hierro, acero, plástico u hormigón. La elección del material se vincula al contenido de los tubos, a la ubicación del sistema y a la distancia que se debe recorrer, entre otras variables.
Hornillo de atanor
La idea de atanor, por otra parte, aparece en el terreno de la alquimia. Se conoce como hornillo de atanor al pequeño horno que utilizaban los alquimistas.
Con el hornillo de atanor, los alquimistas lograban la transmisión de calor en sus procesos, conservando uniforme la temperatura. Existían utensilios de este tipo con medidas estandarizadas según las descripciones que pudieron hallarse, pero era frecuente que cada alquimista creara su propio hornillo de atanor de acuerdo a sus necesidades.
Lo habitual era que aquello que se deseaba fundir o modificar fuera introducido en recipientes de arcilla. Dichas vasijas luego se colocaban en el hornillo de atanor, y debían poder resister temperaturas muy altas, ya que en algunos casos este horno se usaba para calcinar materiales, tal como uno de fusión. Su uso no tenía objetivos meramente espirituales, sino que también se orientaba a trabajos químicos y físicos concretos sobre determinados minerales.
Atanor y correspondencia
La llamada ley de correspondencia es una de las bases de la alquimia, y propone que existe una simetría entre dos órdenes de la realidad: el macrocosmos y el microcosmos. Esto lo trasladan los alquimistas a su propia persona, en relación con su obra. Dicho de otra manera, por medio del uso de minerales pretende obtener la reproducción de su cuerpo.
Un horno de atanor, esencial para los procesos de la alquimia
Veamos algunos ejemplos de correspondencias dentro de la alquimia que nos pueden ayudar a entender mejor esta ley. Cuando los alquimistas hablan de una sal, de azufre, de mercurio, del Sol o del fuego, hacen referencia a los conceptos que percibimos a simple vista pero también al cuerpo, al alma, al espíritu, al corazón y a la sangre, respectivamente. Con los procesos sucede algo similar: la acción de separar hace referencia a la consecución de mineral y ganga (materia inútil que lo acompaña) de manera individual, pero también a la separación del cuerpo y el espíritu.
Retomando el concepto de atanor, la alquimia lo entiende precisamente como un instrumento de exploración, con procesos que se pueden comparar con los de nuestro propio organismo. Por ejemplo, la temperatura del cuerpo y la del horno tienen una correspondencia. El fuego que arde en la base del atanor y que genera un flujo de calor se relaciona con el del aire por nuestros pulmones, que también resulta clave en la regulación de nuestra temperatura corporal.
