La etimología de difícil nos lleva al vocablo latino difficĭlis. El concepto se utiliza como adjetivo para calificar a aquello que presenta dificultades, inconvenientes o estorbos.
Por ejemplo: “Es muy difícil exportar nuestros productos debido a las trabas burocráticas”, “Va a ser difícil que este año me tome vacaciones: la verdad es que no he podido ahorrar suficiente dinero”, “Mi madrina me regaló un libro de filosofía que me resulta bastante difícil de comprender, pero intentaré estar a la altura”.
Difícil es lo opuesto a fácil: mientras que algo difícil cuenta con impedimentos o barreras, lo que es fácil resulta simple, sencillo o cómodo. Supongamos que, en un partido de fútbol, un equipo derrota a su rival por 3 a 2 luego de ir perdiendo por dos goles. El conjunto ganador tuvo que esforzarse y luchar mucho para revertir el resultado: por eso un periodista puede afirmar que se trató de un partido difícil para el equipo triunfador. En cambio, con la misma lógica, una victoria por 8 a 0 constituye un partido fácil para el ganador.
Lo difícil no puede resolverse o solucionarse con rapidez, a diferencia de lo fácil. 8034 x 4516 + (5118/8361) x 741 – 51982 es un cálculo difícil que requiere de una calculadora para la mayoría de las personas. En cambio, 4 x 3 es un cálculo fácil, que forma parte de las tablas de multiplicar del cuatro y del tres, algo que todos aprendemos de memoria en la escuela primaria.
Una persona difícil, por otra parte, es aquella que resulta hosca, parca o asocial. Por eso es complicado entablar una relación con ella o incluso comunicarse. Los sujetos difíciles se caracterizan por el mal carácter y por enfadarse de manera recurrente. Un empleado puede asegurar que su jefe es alguien difícil si siempre está malhumorado y se dirige con desprecio o agresividad a los trabajadores.
Esto no significa que las personas difíciles no tengan un lado bueno o que no valga la pena relacionarse con ellas. Es sabido que muchos de los «genios» de todas las disciplinas no brillan precisamente por sus habilidades sociales, ya que han dedicado gran parte de su tiempo y energía a cultivar el campo en el cual se destacan; por esta razón, son comunes las historias que describen a estos individuos como «difíciles».
Es importante señalar que el grado de dificultad de un desafío no genera la misma reacción en cualquier persona: mientras que algunas escapan sistemáticamente de todo aquello que les exija un esfuerzo, por pequeño que sea, otras persiguen los grandes retos, ya que encuentran en ellos una forma de aprovechar sus capacidades y superar sus propios logros.
Si pensamos en una disciplina de mucha exigencia a nivel técnico, como puede ser el canto lírico, las grandes cantantes suelen escoger repertorios que les exijan un trabajo arduo de preparación vocal y teórica, para superar todo tipo de desafíos, como ser: cantar largas frases sin poder detenerse a respirar, memorizar melodías muy complejas, llenas de ornamentos y modulaciones, pronunciar vocales y consonantes en zonas muy agudas de la voz y hacer saltos de dos octavas o más.
Para una persona que adora los retos personales, cuanto más difícil sea un proyecto más le interesa, y viceversa. ¿Qué sentido tiene para un profesional apasionado de su campo negarse a los desafíos? Si escogemos el camino fácil, nos negamos la oportunidad de crecer a nivel intelectual y de desarrollarnos. Lamentablemente, la sociedad tiende a la comodidad, y los medios de comunicación intentan implantar en el público el miedo al esfuerzo, en pos de una atracción por las situaciones y los procesos que nos lleguen prácticamente resueltos, sin mayores complicaciones, listos para su consumo.
