En el latín vulgar es donde se encuentra el origen etimológico del verbo encontrar que ahora nos ocupa. Exactamente deriva de la expresión “in contra”, que puede traducirse como “en contra”. No obstante, no es menos cierto que con el paso del tiempo ese término se estableció además como sinónimo de “hallar”.
Encontrar es hallar o descubrir aquello que se busca.
Por ejemplo: “¿Cómo voy a hacer para encontrar el aro que se me cayó? Es muy pequeño para detectarlo a simple vista”, “Quienes recorren esta parte de la selva pueden encontrar tucanes, loros, víboras y otros animales”, “Creo que no voy a poder encontrar a alguien como ella”.
Muchas veces la idea de encontrar se vincula a la resolución efectiva o exitosa de una búsqueda. Si una mujer sale a recorrer tiendas de ropa con la intención de encontrar un pantalón de color rojo, su misión llegará a su fin cuando detecte la prenda en cuestión en algún negocio .Entonces podrá decir que encontró el pantalón que buscaba.
En otros casos, encontrar supone toparse con algo o alguien sin buscarlo. Supongamos que un adolescente camina por un parque cuando, de casualidad, se cruza con su primo. Ninguno de los dos sabía que el otro iba a estar paseando por ese lugar. El encuentro, por lo tanto, fue imprevisto.
De la misma manera, no podemos pasar por alto tampoco la existencia de expresiones que utilizamos de manera coloquial y que usan el término que nos ocupa. Este sería el caso, por ejemplo, de “encontrar el amor”. Esta significa enamorarse y dar con esa media naranja de la que tanto se habla.
Se considera que quienes desean encontrar el amor lo que deben hacer es ser positivos, participar en actividades o asistir a lugares donde haya personas que comparten los mismos gustos, no dejarse arrastrar únicamente por el deseo sexual sino buscar más allá de ese, ser ellos mismos en todo momento, ampliar su vida social, tener paciencia…
Además, también está la expresión tan utilizada de “encontrar trabajo” o el dicho de “encontrar una aguja en un pajar”.
En el ámbito de la literatura, por ejemplo, nos topamos con una larga lista de libros que utilizan en sus títulos el término que nos ocupa. Entre esos están “Dónde encontrar la paz” de Jiddu Krishnamurti, “Cómo encontrar el amor a los cincuenta” de Pascal Morin o “Un día para encontrar un marido” de Shirley Jump, por ejemplo.
El acto de encontrar también puede vincularse a ejercer una oposición o un enfrentamiento (“Los jugadores tuvieron un duro encuentro en el campo de juego y luego continuaron discutiendo en la zona de vestuarios”). Además puede relacionarse a estar en un determinado estado (“Nunca pensé que me iba a encontrar enfermo el día de mi casamiento”).
Encontrar, por último, puede ser acceder a algo que provoca sorpresa: “Bautista no sabía que se iba a encontrar con semejante panorama al regresar a su casa”, “Cuando ingresó al teatro, se encontró con una multitud que lo aclamaba”.