Los fotogramas son las imágenes que, en una película, se suceden unas a otras. La secuencia de los fotogramas, ante los ojos del espectador, brinda una sensación de movimiento.
Imagen impresa
En una cinta de celuloide, que se proyecta mediante un cinematógrafo, cada fotograma es una imagen impresa a través de un proceso químico. Cuando estos fotogramas pasan por el proyector a una cierta frecuencia, medida en imágenes por segundo, se produce el efecto visual que hace que se perciban en continuidad, como si fuesen una unidad.
La cantidad de fotogramas por segundo (FPS) varía según el sistema. En el cine analógico, las películas suelen desarrollarse con 24 FPS, mientras que en el cine digital es habitual que se superen los 30 FPS. El tamaño de los fotogramas también depende de la tecnología.
De la fotografía al cine
Si nos centramos en el terreno de la fotografía, los fotogramas son las impresiones que se plasman en la película cuando ingresa luz a la cámara, un proceso regulado mediante el obturador. Al revelar la película, los fotogramas se proyectan sobre un papel.
En el caso del cine, los fotogramas se proyectan a una cierta frecuencia (24 FPS, 30 FPS, etc.): debido a que la sucesión es muy rápida, el cerebro humano no percibe los fotogramas como imágenes separadas. Por el contrario, los mezcla y se produce la ilusión de movimiento.
Muchos fotogramas proyectados a gran velocidad, en definitiva, componen una película cinematográfica. Aquel que la ve no reconoce imágenes separadas, sino que su cerebro las combina, con lo cual parecen sucederse en continuidad.
En los videojuegos
El mundo del videojuego es el más redituable del siglo XXI, al punto de que el cine y la televisión pasaron de considerarlo un pasatiempo para niños a usarlo como fuente de inspiración para crear contenido. Pero a pesar de las relaciones que pueda haber entre estos dos mundos, existe una diferencia principal: el modo en el que se procesa la información. Mientras que para las películas y programas televisivos los fotogramas no son más que capturas hechas con anterioridad, que deben reproducirse a gran velocidad, los videojuegos deben procesar en tiempo real estos cuadros antes de enviarlos a la pantalla, para lo cual es necesario un poder de procesamiento y herramientas muy diferentes.
Los fotogramas por segundo de una película se establecen durante su edición, y no varían en el momento de su reproducción (salvando los potenciales errores de los dispositivos o los saltos ocasionados por desperfectos en los discos, por ejemplo). En cambio, en el caso de los videojuegos existe el elemento agregado de la interactividad: cada usuario los controla de una manera única, a su propio ritmo, con un mayor o menor entendimiento de las reglas, y puede descubir problemas en la ejecución que los propios desarrolladores no hayan contemplado.
En el mercado del videojuego, el término fotograma, y la sigla FPS, es de gran importancia ya que se relaciona con la calidad del dispositivo (consola, tarjeta gráfica, ordenador portátil, etcétera) y la destreza de los desarrolladores para optimizar sus creaciones. El número al que aspiran las empresas y los jugadores es 60, el cual garantiza un grado de fluidez muy agradable para el cerebro, pero al día de hoy la ambición y los avances tecnológicos permiten ir por encima de los 120, e incluso de los 200 fotogramas por segundo.
Por otro lado, es importante señalar que la estabilidad es en muchos casos preferible a la alta tasa de fotogramas: ciertos juegos sostienen los 30 FPS sin saltos y se perciben más fluidos que otros que tocan los 60 FPS de manera inestable. Por lo tanto, los desarrolladores deben tener en cuenta sus posibilidades y escoger la opción que ofrezca los mejores resultados dependiendo del género, la velocidad a la que se desarrolla la acción y las preferencias de su público en particular.