El concepto de pluricurso no forma parte del diccionario que elabora la Real Academia Española (RAE). El término, sin embargo, suele utilizarse en algunas regiones dentro del ámbito de la educación.
Se llama pluricurso a una modalidad didáctica, pedagógica y organizativa que fomenta un proceso de enseñanza y aprendizaje alternativo. A través del pluricurso, se reúne a estudiantes de distintas edades en un mismo tiempo y espacio, una práctica que propicia la inclusión y la diversidad.
Con el pluricurso, de este modo, se forman grupos y se trabaja de modo colaborativo. Se busca que los estudiantes descubran en el aula un punto de encuentro y se logre así una instancia de construcción colectiva de conocimientos que resulten útiles a nivel social (es decir, que los alumnos los puedan aprovechar en su vida cotidiana, beneficiando también a su comunidad).
No debemos olvidar que entre los varios objetivos de los sistemas de enseñanza se encuentra precisamente la inclusión de los individuos en su comunidad, no sólo para su propia satisfacción sino para que estén en condiciones de cumplir con un rol que beneficie al resto. Los países no se construyen a partir de intereses personales, sino de una gran visión común que es posible de alcanzar por medio del esfuerzo de muchos grupos diferentes pero complementarios.
Las acciones pedagógicas, en este marco, deben articularse en secuencias didácticas que permitan la intervención de los distintos agrupamientos de estudiantes y posibiliten la enseñanza en simultáneo. Estos agrupamientos pueden desarrollarse en base a diferentes criterios: intereses, competencias, etc.
Lo que hace el pluricurso, en definitiva, es trascender la gradualidad en el plano educativo. Los docentes deben encargarse de dinamizar los contenidos para que este abordaje sea posible.
Aunque no todos los sistemas educativos tradicionales sean iguales, por lo general no destacan por su dinamismo, sino más bien por su rigidez: cada estudiante debe unirse al curso que le corresponda según su edad y seguir el mismo programa que sus compañeros, sin que importen sus propios intereses y habilidades especiales. Una persona amante de la literatura debe soportar un nivel de matemáticas que le resulta tan insoportable (y, a veces, inútil) como el nivel de lengua para un futuro científico.
Si bien el pluricurso no persigue el final de esta rigidez, consigue ciertas ventajas por medio del inevitable intercambio entre niños de diferentes edades, que enriquece la experiencia ya que rompe al menos con una de las principales barreras de la escuela tradicional: la división basada en la edad. Para un niño pequeño, estudiar con uno cuatro años mayor puede resultar beneficioso para su desarrollo verbal y motriz, mientras que en el sentido contrario esta relación puede aumentar la compasión y la paciencia, por ejemplo.
En las escuelas rurales, el pluricurso adquiere una relevancia particular. Esto se debe a que la matrícula es reducida, con lo cual no siempre resulta viable segmentar a los estudiantes en múltiples cursos. Frente a esta realidad, el pluricurso se presenta como una opción para la organización curricular que facilita la enseñanza y promueve la adquisición de conocimientos productivos.
En las zonas rurales, muchas veces los contenidos se preparan con una conciencia mayor de su potencial utilidad que en las ciudades, donde el aparente exceso de oportunidades suele nublar los planes a futuro. En otras palabras, la formación en torno a la agricultura y las tareas de mantenimiento de un campo son fundamentales para los estudiantes rurales, mientras que en la ciudad basta con saber responder una llamada telefónica para conseguir un puesto de trabajo.
En cualquier caso, el respeto debe ser el eje del pluricurso, tanto como en cualquier otra modalidad didáctica. Si bien puede parecer más difícil atraer la atención de un grupo diverso y conseguir que se comporte correctamente, la imposibilidad de que formen «un ejército» homogéneo en contra del docente puede repercutir positivamente en el aula.
