El verbo yacer proviene del vocablo latino iacēre. La primera acepción que menciona la Real Academia Española (RAE) en su diccionario alude, respecto a un individuo, a estar acostado o echado.
Una persona puede yacer en el suelo por diferentes motivos. Quien se desmaya por un bajón repentino de la presión arterial, por mencionar una posibilidad, puede desplomarse y yacer en el piso. Lo mismo quien pierde la conciencia por consumir alcohol de manera excesiva. Todo esto nos indica que ocurre como consecuencia de otro suceso.
Por ejemplo: “Luego de yacer en el parque durante varias horas sin ser asistido, el hombre logró recuperarse y se levantó”. Esto no debe confundirse con una espera activa: el hombre no tenía otra opción. “Los destrozos que provocó el terremoto lo obligaron a yacer bajo escombros varias horas hasta que consiguió liberarse”, “No tengo fuerzas, pero intento no yacer en cualquier lugar, sino seguir con mis actividades cotidianas”.
Cuando el término se aplica a un cadáver, hace referencia a su ubicación: “Tanto pronto vio yacer a su madre en el sepulcro, el joven rompió en llanto”, “No quiero yacer en el cementerio, prefiero que mis restos sean cremados y arrojados al mar”, “El ilustre escritor fue trasladado a su tierra natal para que pueda yacer junto a su esposa, fallecida tres años atrás”.
Otra acepción de yacer, que en este caso se aplica a seres vivos o a objetos, se vincula a estar o existir -ya sea de manera real o en sentido figurado- en un sitio: “Tras yacer en el fondo del océano durante dos décadas, el submarino fue reflotado”, “Lo observé yacer inerte sobre el césped un buen rato, por eso me sorprendió cuando se reincorporó”, “El equipo ya se acostumbró a yacer en los últimos puestos de la tabla de posiciones”.
En este caso también se puede usar para referirse a un significado o una explicación, entre otras posibilidades, cuando el emisor intenta ubicarlo en un determinado contexto. Por ejemplo, podemos decir «La razón del desperfecto de la máquina yace en las características propias de la tecnología sobre la que se apoya, que no es suficientemente estable».
Con ayuda de este verbo, podemos indicar la «ubicación» de un elemento con una precisión aparentemente mayor que con otros más comunes, como ser «encontrarse» o «hallarse». De alguna manera, nos permite hacer un corte transversal en el tema y colocarlo como si se tratara de una capa muy delgada, en la parte que le corresponde con exactitud. Claro que aquí no hablamos de una posición en el espacio material, sino más bien de una cosa que puede divisarse entre otras dos gracias a analizar las causas y efectos de todas.
En las tres acepciones que hemos visto hasta el momento, el verbo yacer se presenta como intransitivo, ya que no requiere la presencia de un objeto directo para completar su significado: basta con leerlo u oírlo para entender la acción que representa. Sin embargo, dado que puede adquirir significados tan diferentes, sí se vuelve necesario conocer el sujeto para saber cómo interpretarlo.
De todos modos, se trata de un verbo un tanto particular porque indica un estado más que una acción: uno no decide yacer, sino más bien echarse a descansar, y yace como resultado de ello. Si bien los objetos inanimados no pueden tener ninguna opinión al respecto del sitio en el que el ser humano los hace yacer, es importante resaltar que no es una actividad, no se repiten una serie de movimientos o pasos a lo largo de su duración, sino que es una fase en la que entra el cuerpo y que luego abandona para recuperar su normal desempeño.