El contrato de aparcería surgió cuando la explotación directa se volvió poco rentable.
La primera acepción de aparcería que aparece en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) refiere al acuerdo que establecen aquellos que comparten una granjería. La idea de granjería, en tanto, alude a la actividad que se desarrolla para lograr una ganancia o al beneficio en sí mismo que deriva de una tarea o de otra cosa.
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Retomando el concepto de aparcería, suele vincularse al convenio asociativo que establecen el dueño de una tierra y quien se encarga de cultivarla para compartir los resultados. El contrato de aparcería es suscripto por el propietario (el cedente aparcero) y aquel que trabaja el terreno (el cesionario aparcero), haciendo que el arrendatario ceda la explotación de la finca a cambio de un porcentaje de los beneficios.
Muchas veces el contrato de aparcería contempla un anexo que le otorga al cesionario aparcero el derecho de residir en un inmueble que se encuentra en la misma finca. De esta forma quien explota la tierra vive en el mismo predio.
El plazo
El contrato de aparcería se caracteriza en gran parte por el límite de tiempo que establece para la relación entre las dos partes, el cual se suele pactar al momento de su elaboración. De no ser así, se entiende que la duración del contrato es de un año agrícola (también conocido como año hidrometeorológico), que dura los doce meses esperados pero suele comenzar en el mes más propenso para las tareas de este tipo.
Del mismo modo, si el plazo ser establece de mutuo acuerdo como un año o menos, debe dejarse constancia de la obligación de notificar a la otra parte el deseo de finalizar el contrato con mucha antelación (por lo general, se trata de seis meses).
En el caso de que el contrato de aparcería se celebre con el objetivo de cultivar un producto en particular, adecuadamente definido por escrito, se entiende que la duración mínima es la equivalente al período necesario para que sea posible llegar al final del ciclo de cultivo. Nótese que los leñosos permanentes no entran en esta condición, ya que una vez que comienzan a dar fruto no es necesario volver a plantarlos, sino que ofrecen muchas cosechas sucesivas.
Orígenes
A lo largo de la historia, la aparcería fue más frecuente en regiones en las cuales, por diversas cuestiones, la explotación directa de la tierra resultaba poco rentable. Así, el latifundista encontró un mecanismo para dividir sus terrenos en distintas unidades de explotación, compartiendo el riesgo con aquel que se encargaba de la explotación y que necesitaba la rentabilidad.
La aparcería se dio con frecuencia en países europeos como España, Italia y Grecia y más adelante llegó al continente americano, expandiéndose en Paraguay, Argentina y otras naciones. Los alcances de esta figura se encuentran definidos en cada legislación.
Si bien en España el contrato debe hacerse por escrito, es común que se haga de forma verbal.
En España
La legislación de España estipula que el contrato de aparcería debe realizarse por escrito. Por otro lado, este requisito no siempre se sostiene, de manera que no es rara su celebración de forma verbal. Esto sucede porque se trata de un concepto que forma parte de la tradición, y que comenzó antes de la existencia de las normas actuales.
Es posible afirmar que a lo largo y ancho del país encontramos diferentes especies de convenios equivalentes, y un ejemplo destacado es la masovería de Cataluña. Ésta se contempla en las leyes como un régimen de vivienda que se orienta a objetivos sociales. Además de las características expuestas más arriba, podemos agregar que entre los bienes que cede el dueño de las tierras al cesionario aparcero se encuentran también los animales y las máquinas.
