Una autoevaluación es una evaluación que un individuo realiza de sí mismo o de una cuestión propia. Evaluar, en tanto, implica calcular, detectar o indicar el valor de algo.
Puede decirse que la autoevaluación supone hacer un juicio sobre uno mismo, ya sea a nivel general o centrado en una cierta acción. Lo habitual es que se lleve a cabo con el objetivo de aprender y mejorar.
La autoevaluación aparece en diferentes ámbitos. En el terreno académico, muchas veces se fomenta que los alumnos se autoevalúen para que descubran cómo alcanzaron una meta y sepan qué pueden generar para elevar su rendimiento.
En lo referente a los sistemas educativos, se entiende que la autoevaluación permite al estudiante conocer su progreso individual. De este modo también contribuye a reforzar la instrucción, a asumir responsabilidades y a motivar. Para el docente, por otro lado, la autoevaluación de los educandos es útil para saber qué valoración realizan de los contenidos y del proceso de aprendizaje.
En la escuela también puede servir para ayudar a los alumnos a aprender una importante lección acerca de la honestidad. Con este propósito, algunos profesores deciden llevar a cabo el proceso de autoevaluación con todos los estudiantes a la vez, en el marco de una lección normal, entregándoles un examen que él ya haya corregido pero fingiendo que aún no lo ha mirado. Cada uno debe, por lo tanto, hacer su propia corrección y luego decir frente a toda la clase qué calificación cree haber obtenido; si miente, agregándose puntos, el profesor lo expone frente a sus compañeros y así le demuestra que la autoevaluación debe ser sincera.
Pasada la etapa estudiantil, la autoevaluación no suele tener una repercusión externa, en otras personas, sino que se trata de algo meramente íntimo, que hacemos para nosotros mismos sin que nos juzguen. Pero como todo en la vida, debemos aprenderlo de la experiencia, y muchas veces estos golpes en los años de infancia y adolescencia nos salvan de otros mucho más fuertes en el futuro.
Debemos entender que no somos perfectos, que nuestros errores son un obstáculo para nuestro desarrollo y que por esta sencilla razón debemos eliminarlos. No importa el qué dirán, no se trata de la opinión de los demás ni de conseguir halagos, sino de qué opinamos de nosotros mismos: es la verdad de la que no podemos escapar, y por eso nos conviene esculpir nuestras actitudes con esmero.
Existen múltiples maneras de desarrollar una autoevaluación. Un método simple consiste en que la persona se pregunte qué sabía en un cierto momento, cómo logró aprender aquello que aprendió y qué sabe ahora. Elaborar mapas conceptuales y cuadros comparativos, en este marco, resulta muy útil.
En definitiva, la autoevaluación aparece como una actividad de reflexión. Se trata de un análisis que ayuda a comprender un desempeño y favorece el desarrollo personal cuando se ejecuta de manera periódica. Para evitar un efecto contraproducente, es importante no excederse con la autocrítica para no perder la motivación.
Uno de los problemas a la hora de llevar a cabo una autoevaluación es que nos enfrentamos a nuestras expectativas y el resultado no siempre es positivo. Si luego de un año de haber invertido energía en un proyecto nos preguntamos cómo nos ha ido y vemos que la respuesta es negativa, una parte de nosotros intentará convencernos de que «no es nuestra culpa», ya que «hemos hecho todo lo posible» pero «hemos tenido mala suerte», etcétera.
Dicho de otra manera, debemos aferrarnos a una visión objetiva de los hechos para que la autoevaluación sea precisa y útil. De este modo podremos tomar mejores decisiones para el futuro.