La noción de cautiverio alude a la falta de libertad. El concepto puede referirse a la reclusión, el encierro o el secuestro de una persona o de un animal.
Por ejemplo: «Los secuestradores mantuvieron ocho días en cautiverio al empresario», «No soporto más el cautiverio, necesito salir a tomar aire», «Las autoridades rescataron a un puma que estaba en cautiverio».
Personas en cautiverio
En el caso del ser humano, se suele usar la idea de cautiverio o cautividad respecto a la pérdida de la libertad por acción de un enemigo o de un secuestrador. Un grupo de terroristas, por citar un caso, puede tener en cautiverio a cientos de personas en un recinto cerrado. Incluso un pueblo entero puede estar en cautiverio a partir de una invasión.
En ocasiones, cautiverio menciona la permanencia en prisión de un individuo. En este marco, puede indicarse que un hombre estuvo diez años en cautiverio si fue condenado a permanecer una década en la cárcel.
Animales privados de su libertad
Respecto a los animales, se dice que están en cautiverio cuando no viven libremente en su hábitat natural. Los ejemplares que se encuentran en un zoológico están en cautiverio: no tienen la posibilidad de desplazarse con libertad ni de procurarse alimentos por ellos mismos. En algunos casos, las especies son mantenidas en un régimen de semicautiverio ya que gozan de un cierto margen de acción sin la intervención del hombre.
La vida de los animales en cautiverio es a menudo objeto de discusión y controversia entre los amantes de los animales (también conocidos como animalistas) y la gente que se dedica a la explotación animal, como ser los ganaderos y los empresarios dedicados a la fabricación de productos basados en piel natural. Una cosa queda clara: la felicidad de estos animales solamente importa al primer grupo, ya que el resto se enfoca únicamente en el beneficio económico que puedan obtener gracias a ellos.
Precisamente, cuando los seres humanos alejan a un animal por la fuerza de su hábitat natural, independientemente del objetivo de tal acción, interfieren en el equilibrio de la naturaleza y esto genera consecuencias para todos. Ningún animal nace con el objetivo de vivir en una ciudad, y mucho menos en un zoológico o una explotación ganadera, con lo cual el tipo de relación que tengan con las personas no es suficiente para contrarrestar el desarraigo.
El caso de los caballos en cautiverio
Si tomamos en cuenta que incluso el ser humano tiene dificultad para adaptarse a la vida en la ciudad, especialmente cuando no tiene una casa amplia con espacios verdes y debe realizar un trabajo monótono y estresante, imaginemos cuánto más duro es para las demás especies verse privadas de la tierra, de la hierba, de los árboles y, lo más importante de todo, de las actividades que desean llevar a cabo.
Hemos llegado a un punto de negación que cuando nos mencionan la palabra «caballo» pensamos en «equitación» o «cabalgata», en lugar de recordar que se trata de un ser vivo que debería gozar de la misma libertad que nosotros y que no decidió por su cuenta convertirse en una herramienta del ser humano.
Los caballos que tienen la fortuna de vivir en su hábitat natural demuestran comportamientos mucho más complejos y un grado de felicidad infinitamente mayor que aquellos que se ven forzados a realizar tareas abusivas día tras día, e incluso que los que llevan una vida supuestamente privilegiada en compañía de personas que los tratan como mascotas; en definitiva, la vida en cautiverio no es muy diferente de la esclavitud, incluso para los animales a los que decimos amar.
Un libro
«Cautiverio feliz», por último, es el título por el cual se conoce un libro de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán.
Núñez de Pineda y Bascuñán fue un militar español que, en 1629, permaneció más de seis meses cautivo de los mapuches en el actual territorio chileno.