El vocablo compassio, del latín tardío, llegó al castellano como compasión. El término se emplea con referencia al sentimiento que tiene una persona cuando se identifica con el sufrimiento de un tercero y experimenta tristeza y ternura por eso.
La compasión está vinculada a la empatía: el sujeto es capaz de percibir y de comprender que un tercero está mal. Ante esta situación, surge en él la intención de ayudar al prójimo para que su dolor sea aliviado o eliminado. Por eso la compasión también se relaciona con la solidaridad.
Puede decirse que, a través de la compasión, se comparte el sufrimiento de otra persona. Las religiones suelen pedir a sus fieles que no se queden con una compasión pasiva, que se limita a sentir lástima por el otro, sino que los invitan a adoptar una posición activa para revertir la situación mediante el apoyo solidario.
Supongamos que una mujer camina por su barrio cuando ve a un anciano pidiendo limosna. La mujer siente compasión, se acerca al hombre y lo invita a almorzar. Luego le da dinero para que pueda comprar comida para la cena. Como se puede advertir, en este caso la compasión derivó en un acto de solidaridad que contribuyó a mitigar los problemas del anciano.
La compasión también puede experimentarse respecto a los animales. Si un joven detecta que, en la copa de un árbol, hay un gato que maúlla porque no puede bajar por sus propios medios, puede experimentar compasión. De este modo regresa a su casa para buscar una escalera, luego se dirige hacia el árbol y sube para rescatar al gato en cuestión.
Precisamente, el veganismo se basa en la compasión por los animales, además de la idea de que todos tenemos los mismos derechos a vivir en libertad, sin importar nuestra especie, raza o cualquier otra propiedad que amenace con etiquetarnos. La compasión no siempre se resuelve en una tarde, buscando una escalera para rescatar a un animal en apuros, sino que puede convertirse en un «estilo de vida», o bien en la energía que potencia el día a día de quienes nunca dejan de mirar por su ventana para evitar perjudicar a los demás con sus acciones.
Los veganos no comen ni utilizan ningún producto fabricado a base de explotación animal, y esto incluye la vestimenta, los medicamentos y los cosméticos. Esta decisión surge de la compasión, que muchas veces se despierta al exponerse a una historia de crueldad o un documental que muestra el sufrimiento de los animales en los mataderos, pero se mantiene durante toda la vida sin necesidad de volver a acercarse a estas desgracias.
En un mundo en el cual la compasión fuera la norma no existiría la discriminación de ningún tipo, ya que nadie se sentiría amenazado por las diferencias, sino que le despertarían interés y sería capaz de ponerse en el lugar de los demás sin importar las cuestiones culturales o raciales. Ya no sería necesario celebrar el acto de bondad de quien se arriesga para salvar a un desconocido en una catástrofe, porque todos sentiríamos esa necesidad de involucrarnos en pos del bien común.
Es muy probable que la compasión se encuentre en todos los seres humanos, como un rasgo concebido para colaborar con el equilibrio natural. Antes de que nuestra especie se autoproclamara la más importante del planeta, tenía que usar sus herramientas naturales para defenderse y alimentarse; seguramente, nuestros antepasados más remotos sentían compasión más a menudo por seres de otras especies que nosotros, ya que no tenían los muros propios de la soberbia que sostiene ideas como que «somos los más inteligentes, los únicos capaces de amar», etcétera.