Confort es un término francés aceptado por el diccionario de la Real Academia Española (RAE) que procede del inglés comfort. Se trata de aquello que brinda comodidades y genera bienestar al usuario.
El confort puede estar dado por algún objeto físico (un sillón, un colchón, un coche) o por alguna circunstancia ambiental o abstracta (la temperatura apropiada, el silencio, la sensación de seguridad).
Búsqueda de confort
El ser humano tiende a buscar el confort en todo momento. En un entorno laboral, como puede ser una oficina, el confort suele obtenerse a partir de la utilización de un asiento cómodo, que evite dolores de espalda. Un equipo de aire acondicionado en verano y un sistema de calefacción en invierno también contribuyen al confort en el trabajo, al igual que las facilidades de transporte para llegar al lugar de empleo o la disponibilidad de un comedor en el edificio.
En el hogar, cada persona puede buscar su propio confort de acuerdo a sus intereses y necesidades. Algunos asocian el confort al disfrute del tiempo libre en sus propios hogares, para lo cual existe una amplia gama de productos tales como sistemas de cine, mesas de billar, piscinas y equipos de hidromasaje, entre otras tantas ofertas para quienes desean hacer de sus casas un completo centro de relajación.
Más allá de las posibilidades de cada uno, el momento común para la búsqueda del confort está en las vacaciones, cuando todas las personas desean relajarse y disfrutar de la ausencia de obligaciones laborales. En este caso, algunos alquilan habitaciones de hotel con todos los servicios pagos, para reducir al mínimo sus actividades domésticas, mientras que otros encuentran suficiente paz en un paisaje natural.
Bienestar térmico
Generalmente abreviado como CH, el concepto de confort higrotérmico se refiere al bienestar a nivel térmico; en otras palabras, es el estado en el cual no es necesaria la intervención de nuestro sistema termoregulador para que el cuerpo se sienta a gusto en una habitación. Es posible registrar este fenómeno para evitar que se superen los índices recomendados y se provoquen efectos tales como la sudoración.
Nuestro organismo tiene las herramientas necesarias para actuar frente a los cambios del clima; sin embargo, esto acarrea un gasto de energía metabólica que puede evitarse si se genera un microclima, un entorno que le provoque confort. En situaciones normales, el cuerpo funciona a una temperatura promedio de 37 °C, y presenta una gran sensibilidad a los incrementos de la temperatura internos: bastan 6 grados de más para producir graves consecuencias, entre las que se encuentra la muerte.
Las temperaturas por debajo de lo normal son aún más difíciles de tolerar para nuestro cuerpo: cuando se llega a los 35 °C, lo cual se considera hipotermia, aparece una sensación de somnolencia y es posible entrar en un letargo profundo.
Una persona que realiza una actividad física moderada, mientras permanece sentada en una habitación, vistiendo ropa liviana, puede alcanzar el bienestar térmico con una temperatura promedio de 23 °C. Otro factor tomado en cuenta a la hora de definir confort higrotérmico es el de humedad relativa, que suele ser tomada como el origen de la incomodidad, aunque nuestro organismo la tolera significativamente, soportando niveles de hasta un 75%.
Es también necesario considerar la radiación, dado que el cuerpo percibe sus cambios con gran precisión; esto se puede apreciar en situaciones con una temperatura inferior a la recomendada pero con la luz solar entrando por una ventana, lo cual resulta en un aumento en el confort higrotérmico. Las tecnologías de losa radiante y los radiadores se basan en este mismo principio.
En resumen, el cuerpo humano genera calor y lo intercambia con su entorno; todos los fenómenos térmicos de los cuales participa deben ser estudiados a la hora de acondicionar una habitación.