La noción de contratransferencia se utiliza en el terreno de la psiquiatría y la psicología para aludir a las reacciones afectivas, ya sean inconscientes o conscientes, que experimenta el analista respecto a determinados sentimientos de su paciente. Para comprender el concepto, primero es importante centrarse en la idea de transferencia.
TemasComplementario a la transferencia
De acuerdo a Sigmund Freud, cuando una persona interactúa con otra, revive experiencias asociadas a vínculos del pasado que quedaron en su inconsciente. Dicho de otro modo, se evocan experiencias vividas y se proyectan (transfieren) hacia otro sujeto.
La contratransferencia es la respuesta a la transferencia, sentimientos que pueden interferir en la terapia.
En el marco de una terapia, el paciente suele proyectar contenidos de su inconsciente en el terapeuta, con lo cual se produce la transferencia que describió Freud. De manera simultánea, el terapeuta proyecta sus propios sentimientos e ideas en el paciente según sus vivencias del pasado: ese fenómeno se denomina contratransferencia.
La contratransferencia, en definitiva, es una reacción o una respuesta del psicoanalista frente a las transferencias del paciente. Freud sostenía que el terapeuta debía estar atento para que el fenómeno no interfiriera en el desarrollo adecuado de la terapia.
Acción del terapeuta
Es importante tener en cuenta que el psicoanalista, más allá de su profesión, es un ser humano influido, como todos, por su inconsciente. Por eso es imprescindible que sepa registrar los efectos que la contratransferencia provoca en su relación con el paciente.
Tomemos el caso de la asociación libre, un método usado para que un sujeto revele, mediante el lenguaje, hechos traumáticos que resultan inaccesibles de forma consciente. Si actúa la contratransferencia, es probable que el analista reorganice el discurso libre del paciente y le dé un sentido según sus experiencias y recuerdos.
Dado que el psicoanalista también debe psicoanalizarse con frecuencia, se espera que tenga el suficiente conocimiento de sí mismo y de sus debilidades como para detectar sus propias transferencias cuando se encuentra con su terapeuta, así como las contratransferencias que puede vivir cuando está en el rol opuesto. No podemos subestimar la importancia de esta habilidad, ya que es indispensable para que pueda realizar un trabajo efectivo para sus pacientes.
Ante los descubrimientos de Freud acerca de la transferencia, el psicólogo y psiquiatra suizo Carl Gustav Jung le propuso que todos los analistas debían ser analizados. Freud estuvo de acuerdo con tal exigencia, que se mantiene hasta el presente para potenciar los resultados de la terapia. Esto es similar a lo que ocurre en cualquier otra relación donde los integrantes ocupan diferentes jerarquías: ya sean padres e hijos, maestros y alumnos o empleadores y empleados, no es posible orientar a alguien si no tenemos autocontrol, conocimientos y autoridad legítima.
Sentimientos de la contratransferencia
No debemos olvidar que tanto la transferencia como la contratransferencia se basan en sentimientos que ambas partes exhiben hacia la otra. Por lo tanto, esto da lugar a dos afirmaciones: no pueden evitarse; su naturaleza puede ser tanto positiva como negativa. Si bien el paciente y, sobre todo, el psicoanalista pueden luchar contra estos sentimientos para evitar que interfieran en la terapia, no pueden evitar que aparezcan, ya que son espontáneos.
El psicoanalista también debe analizarse para hacer bien su trabajo.
Por otra parte, con respecto a su naturaleza, existen dos tipos bien definidos. Los positivos son los de afecto y amistad, que en principio suele sentir el paciente por su terapeuta. En este punto, Freud distingue entre la transferencia «débil» y la «hipertensa». La primera es aquélla que no impide el desarrollo de la terapia; la segunda (que también se conoce como erotizada), en cambio, es una forma de resistencia que sí bloquea el avance del análisis.
En el caso de la transferencia negativa, los sentimientos que experimenta el paciente son de hostilidad y enfado. Aunque en primer momento pueda parecer que entorpezca la terapia, de acuerdo con Lacan es preferible una leve de este tipo a una positiva para obtener los mejores resultados en el tratamiento.
