Copia es la acción de copiar (reproducir con exactitud y fidelidad, imitar, repetir). Es posible copiar a través de un medio mecánico (como una fotocopiadora) o de manera artesanal (tratar de dibujar a mano lo que aparece en un cuadro).
El concepto, cuyo origen se remonta al vocablo latino copia, puede entenderse en sentido literal o simbólico. La copia de un disco musical es exacta: se duplica el contenido que aparece en el disco original para obtener un nuevo ejemplar, que resulta idéntico al primero. Se puede hablar, sin embargo, de una copia para hacer referencia a una imitación, aunque sea inconsciente o no admitida. De esta manera, se puede decir que un artista copió a otro para crear sus propias obras con pretensión de originalidad.
La copia y la piratería
El avance de la tecnología ha convertido la copia en uno de los pilares de la piratería. La ley prohíbe la duplicación de obras artísticas y productos que estén protegidos por los derechos de la propiedad intelectual. Esto quiere decir que un creador (un escritor, un músico, un cineasta, etc.) tiene derecho de usar y explotar sus propias creaciones de acuerdo sus intereses. Por lo tanto, si alguien copia sin autorización una obra protegida, infringe directamente dicho derecho.
Aunque parezca material de una broma de mal gusto, existe un lamentable debate acerca de la validez de copiar obras para uso personal o reproducción privada. Algunos sostienen que descargar un disco o una película de Internet no es delito mientras que no se intente lucrar con su uso. El trabajo de los artistas y desarrolladores debe ser respetado y si estos deciden poner precio a sus creaciones, nadie debería pasar por alto dicha barrera.
En las últimas décadas se ha visto un alarmante crecimiento en la piratería de música y contenido digital, tal como películas y videojuegos. Las pérdidas percibidas por algunas compañías superaron los márgenes normales, y muchas se vieron forzadas a cerrar sus puertas para siempre.
Sin lugar a dudas, una de las razones de tal aumento de copias no autorizadas ha sido el avance de las herramientas tecnológicas puestas en manos del público: ordenadores cada vez más potentes, copiadoras de CDs, DVDs y Blu-rays y servicios de Internet súper rápidos. Todo esto ha dado al consumidor final un poder que no está preparado para controlar; y, cuando entran en juego la codicia y los intereses económicos, las consecuencias pueden ser devastadoras.
Pero todo no acaba allí; quienes están a favor de la piratería suelen respaldar su postura sus dificultades económicas para adquirirlos sus productos preferidos, dados los elevados precios de mercado. Por otro lado, es común oír quejas acerca de la falta de coherencia entre los sueldos de ciertos directores cinematográficos, actores y cantantes de fama internacional, y los modestos ingresos de una persona común de clase media, y que este desequilibrio se utilice como fundamento para «no continuar enriqueciendo a los millonarios».
La posición de la industria
Ante esta crisis, surgieron dos posturas bien definidas: algunas compañías optaron por reforzar sus técnicas anti piratería, mientras que otras revaluaron los precios de sus productos y servicios, y comenzaron a buscar nuevas opciones para abaratar los costos de producción. El primer camino es, muy probablemente, el más arriesgado, dado que por cada nueva medida de seguridad surge un nuevo método para quebrantarla.
La segunda opción, por otro lado, representa la tendencia más acentuada de los últimos tiempos, ya que son cada vez más los artistas que intentan distribuir sus creaciones a precios más accesibles, ya sea en menores proporciones o bien utilizando canales de venta menos costosos, tales como los mercados digitales. La piratería parece imposible de erradicar, pero sí puede atenuarse cuando las ofertas son tentadoras y dejan satisfecho al público.