Defraudar es un verbo procedente del latín defraudāre que está relacionado con una violación de la confianza. La persona que defrauda a otra le ha mentido o no ha cumplido con lo que se esperaba de ella.
Por ejemplo: “Nunca pensé que me fueras a defraudar: anoche necesitaba tu ayuda y nunca atendiste mi llamada”, “Agradezco la confianza del entrenador: no lo voy a defraudar”, “El gobernador volvió a defraudar a los votantes al aumentar nuevamente los impuestos, haciendo lo contrario a lo que había prometido durante la campaña”.
Defraudar la confianza
La defraudación puede concretarse cuando, incumpliendo un deber o abusando de la confianza, un sujeto afecta los intereses o los derechos de un tercero.
Supongamos que un jugador de fútbol envía a su representante a negociar un contrato con un club del exterior. Su representante acuerda un salario de 50.000 dólares mensuales para el jugador, pero le dice a éste que sólo logró conseguirle un sueldo de 40.000, quedándose con la diferencia de manera oculta. Al enterarse de la maniobra, el jugador podrá decir que su agente lo defraudó.
El concepto vinculado al pago de impuestos
El concepto de defraudar también se emplea con relación al pago de impuestos y tributos. Cuando un ciudadano debe pagar una cierta cantidad de dinero al fisco en concepto de impuestos y, sin embargo, evade su obligación de pago, podrá ser acusado de defraudación. El delito de defraudación suele estar tipificado dentro del Código Penal como una modalidad de estafa.
En este caso, por ejemplo, se habla de defraudar a la Hacienda Pública en el territorio español, ya que en cada país la frase con la que se representa este delito es diferente pero significa lo mismo. La sanción que por lo general se aplican a aquellos ciudadanos que optan por esta tátcita delictiva en lugar de pagar los impuestos que deben abonar de acuerdo con la normativa vigente, suelen ser monetarias, pero también pueden llegar a ser penales, otro aspecto que varía en función del país.
Estos incumplimientos fiscales tienen una gravedad tal que no son simples infracciones sino delitos, y los debe asumir el Juzgado Penal correspondiente para instruir el procedimiento y la condena que corresponda según las características particulares de cada caso. Las diferencias entre una infracción tributaria y un delito fiscal no es tan profunda sino que se basa en la cantidad de dinero por la cual el individuo defrauda al organismo fiscal.
Además, no basta siquiera con evitar el ingreso de la cantidad mínima que haya fijado la ley, sino que también se necesita que el sujeto haya actuado con la intención de quedarse con el dinero. Esto se conoce como el elemento subjetivo del delito.
Defraudar como delito fiscal
Dentro de esta etiqueta de delito fiscal es posible distinguir más de un tipo, dependiendo de las leyes locales. Si bien no son los mismos en todos los territorios, los siguientes se encuentran entre los más comunes:
- Evadir los tributos, que pueden ser del gobierno local, la comunidad autónoma o el Estado.
- Defraudar a la Seguridad Social.
- No cumplir los requisitos de ciertos planes para obtener beneficios ilícitos. Por ejemplo, en el caso de ayudas públicas, desgravaciones o subvenciones.
- Obtener fondos públicos de manera indebida.
- Cometer algún delito contable, como ser incluir en la lista de gastos un desembolso que no tenga relación con la actividad económica de la compañía.
Otro uso de la noción
Defraudar, por último, puede ser lo que siente una persona cuando no cumplió con lo que se esperaba de ella o no estuvo a la altura de las expectativas.
“Al abandonar mis estudios, sé que defraudé a mis padres” y “Estaba convencido de mis capacidades, nunca pensé que fuera a defraudar a todos los que confiaron en mí” son expresiones que reflejan esta acepción.