El adjetivo dinamizador se emplea para nombrar a aquel o aquello que puede transmitir dinamismo. Se denomina dinamismo, por otra parte, a una fuerza activa, que promueve una acción.
El concepto, que también se utiliza como sustantivo, puede encontrarse en distintos contextos. Muchas veces aparece en el ámbito de la economía, vinculado al factor que contribuye al crecimiento económico. Por ejemplo: “El incremento de salarios siempre tiene un efecto dinamizador en la economía”, “La actividad agropecuaria es el gran dinamizador de la provincia”, “El gobierno apuesta por el papel dinamizador del sector industrial”.
En ocasiones se llama dinamizador a instituciones o personas que impulsan la cultura de una región. Supongamos que un museo suele albergar exposiciones de artes plásticas, lecturas poéticas, conciertos y otras actividades. Además organiza concursos para premiar a los mejores talentos y otorga becas a jóvenes artistas. Todas estas cuestiones hacen que al museo en cuestión se lo considere un dinamizador de la cultura local.
Un dinamizador también puede aportar al desarrollo de un sector o de un área. El transporte ferroviario, por citar un caso, puede funcionar como un dinamizador del turismo en regiones rurales que carecen de aeropuertos y a las cuales resulta difícil llegar en automóvil u ómnibus. El tren, en este marco, facilita el arribo de visitantes.
La idea de dinamizador, por último, también se utiliza con referencia a tutores o guías que brindan acompañamiento y apoyo en un proceso formativo. Por lo general ofrecen asistencia a los alumnos y actúan como mediadores entre ellos y los profesores.
El rol de un individuo dinamizador es muy complejo, ya que no se limita a impartir conocimientos sino que debe entablar un lazo muy particular con los estudiantes. Esto significa que su desempeño no es idéntico en dos cursos cualesquiera: las características de la otra parte lo afectan de forma directa.
Un individuo dinamizador tiene un perfil también complejo, que no puede definirse sin tomar en cuenta los siguientes factores, entre otros: la formación profesional, los rasgos de la entidad en la cual se desempeña, la tipología que domina entre los participantes y las peculiaridades del entorno social.
Es importante dejar claro que un dinamizador no es alguien que se enfoca únicamente en la inserción laboral de sus clientes; por el contrario, se dedica a capacitarlos y orientarlos para que puedan aprovechar sus propias habilidades. Gracias a su trabajo, para el cual debe hacer uso de las denominadas Tecnologías de Información y Comunicación (cuya abreviatura es TIC, tanto en singular como en plural), los usuarios reciben ayuda para aumentar sus probabilidades de éxito en los procesos de búsqueda laboral y, no menos significativo, en su inclusión en la sociedad.
La actitud del dinamizador debe ser motivadora, debe presentar la propuesta del taller de formación de manera que los participantes se sientan atraídos por él porque entiendan que se trata de un recurso útil e interesante, que puede servirles en varios aspectos de sus vidas. Retomando las diferencias entre un insertor laboral y un dinamizador, precisamente este último debe conseguir que los estudiantes se desenvuelvan de forma autónoma en su búsqueda de empleo.
Otro de los rasgos fundamentales del dinamizador es la empatía. Para brindarles a los usuarios la formación y los consejos que realmente necesitan, debemos en primer lugar ponernos en su piel, acercarnos a ellos de manera individual, siempre con la apertura suficiente como para que la experiencia sea única en cada caso. Aquí entra en juego el saber escuchar las inquietudes y las historias de cada uno, para luego responder con entusiasmo y una visión constructiva de la situación, que les permita encontrar en ellos mismos la confianza para desarrollarse.
