Se denomina escolarización al acto y el resultado de escolarizar: hacer que los niños accedan a la escuela para recibir la enseñanza obligatoria. Este verbo procede del vocablo scholarizare, del latín medieval.
La escolarización, por lo tanto, consiste en lograr que aquellos que están en edad escolar asistan a los centros educativos y completen los estudios que el Estado fija como obligatorios. Tanto las autoridades estatales como los padres o tutores tienen que asegurar que los chicos acudan a las escuelas, teniendo en cuenta además que la educación es un derecho.
Escolarización y educación
Muchas veces se confunde la noción de escolarización con la idea de educación. La escolarización está directamente vinculada a la escuela, una institución pública donde se instruye a los niños. La educación, en cambio, es la instrucción o la formación en sí misma.
A nivel general, se acepta que la educación básica que permite integrar a los niños a la sociedad se brinda en la escuela: de allí la importancia de la escolarización. El pequeño que no asiste a la escuela, de esta forma, ve vulnerados sus derechos y compromete su futuro.
El acceso a un título académico
La escolarización, por otra parte, permite obtener un título académico. Dicha certificación posibilita que la persona continúe sus estudios en un nivel superior o que consiga determinados trabajos acordes a su cualificación.
En definitiva, el Estado debe crear, acondicionar y mantener todas las escuelas que sean necesarias para que ningún niño se quede sin escolarización; es decir, sin acceso a la educación básica obligatoria. Así, al menos en teoría, se igualan las oportunidades de progreso.
La sobreescolarización
A pesar de todos los beneficios que puede traer la escolarización en un niño que forma parte de la sociedad actual, existe el riesgo de la sobreescolarización, un concepto relativamente moderno que hace referencia a un grado excesivo de exigencia por parte de los mayores hacia los más pequeños durante sus primeros años de vida, que los lleva a enfocarse más en su educación académica que en su desarrollo como personas.
Es precisamente en la primera infancia que comenzamos a socializar, a descubrir el mundo que nos rodea a través de nuestras primeras relaciones de amistad. El juego, en esta etapa, lejos está de ser un capricho o un lujo, sino una actividad necesaria para crecer sanos y aprender códigos indispensables para insertarnos en la sociedad en la adultez. Los niños que son sometidos a una escolarización excesiva tienen menos tiempo para jugar, y eso los conduce por un camino de frustración que suele tener consecuencias negativas en el futuro.
En muchos centros educativos de la actualidad, es obligatorio que los niños menores de cinco años sepan leer y escribir, algo que no ocurría a principios del siglo XX. Esto puede ser aceptable para muchos padres, pero no para todos; los alumnos que llegan al jardín de infantes sin dichas habilidades se enfrentan a serios problemas de adaptación, por lo cual la sobreescolarización de los otros les provoca perjuicios a ellos también.
El riesgo de exigir demasiado
Diversos especialistas, entre los que se encuentran muchos pedagogos y educadores, coinciden en que forzar a un niño menor de cinco años a aprender a leer, escribir y hacer cálculos matemáticos, por ejemplo, no sólo supone una exigencia demasiado pesada para él sino una violación de sus derechos como persona. Los mayores deben enfocarse en conocer a sus hijos, especialmente en estos primeros años, para descubrir sus verdaderas necesidades como individuos, en lugar de obligarlos a adaptarse a un sistema tan cerrado y estricto como la escolarización.
El desarrollo de cualquier ser vivo consta de varias etapas. En el caso del ser humano, deberíamos entender la educación como uno proceso elemental que comienza por la exploración del entorno, la cual surge naturalmente de la curiosidad que sentimos cuando nos enfrentamos por primera vez al mundo. La escolarización, por lo tanto, debe aplicarse después.