El fatalismo es una creencia que sostiene que la totalidad de los acontecimientos se producen por acción del destino o por una predeterminación que no puede evitarse. De acuerdo al fatalismo, los sucesos van más allá de la voluntad humana.
El ser humano, en este marco, está sometido a fuerzas superiores o independientes a él. Dichas fuerzas, que pueden ser naturales o sobrenaturales, determinan los hechos sin que nadie pueda evitarlo.
Es importante mencionar que el fatalismo no excluye la causalidad en el devenir de las cosas. El destino incluso puede entenderse como una cadena causal de eventos, donde las causas están ligadas entre sí y producen efectos en otras.
El fatalismo y la filosofía
Desde diversas corrientes filosóficas se han planteado argumentos contra el fatalismo. Se ha postulado, por ejemplo, que si las premisas del fatalismo fuesen ciertas, no habría necesidad de actuar (ya que las consecuencias de las acciones dependerían del destino y no de los individuos) y no existiría la moral (si el destino fuese el responsable de los actos, los sujetos no tendrían responsabilidad alguna).
Veamos estos argumentos en mayor detalle. En primer lugar tenemos el argumento perezoso, llamado de esta manera porque la pereza es el destino al cual nos conduce un camino de total inactividad. La moral antigua sostiene entre sus principios esenciales la idea de que ciertas cosas están ligadas a nuestro accionar, que dependen de él. Esto ha sido afirmado por las diferentes escuelas de la filosofía a lo largo de la historia.
Este argumento no acepta que todo dependa del destino, ya que en tal caso los seres humanos viviríamos en la inmoralidad, además de la pereza. También debemos mencionar el argumento moral, que se centra precisamente en la aparente oposición del fatalismo a la moral. Se pregunta cómo hacer responsable a un individuo de sus actos si éstos fuesen causados por el destino mismo. Además, invalida tanto las sanciones como los elogios y los honores, ya que nada de eso debería estar dirigido a las personas.
Si realmente todo dependiese del destino, nuestro sistema judicial no podría condenar a los criminales, porque las violaciones, los asesinatos y todos los demás actos deleznables serían obra del destino y no de los individuos que los llevasen a cabo.
La resignación
También se denomina fatalismo a la actitud de quien se resigna ante la realidad debido a que no cree que sea posible modificar el desarrollo de las situaciones adversas. El fatalista, por lo tanto, no se esfuerza en cambiar ningún escenario, convencido de lo invariable de las contingencias.
Supongamos que un hombre se queda sin empleo. Debido al difícil panorama económico, piensa que, por más que busque un nuevo trabajo, nunca lo conseguirá. Además sostiene que si inicia un emprendimiento fracasará con seguridad. Este fatalismo lo lleva a adoptar una actitud pasiva, cuando podría intervenir para mejorar su posición.
Este tipo de actitud, que podemos identificar con el fatalismo, también se describe haciendo uso del término pesimismo, aunque existan matices diferentes. Mientras que este último se define como la tendencia a ver la cara menos favorable de los acontecimientos, el fatalismo no está necesariamente ligado a los resultados negativos, sino más bien a su naturaleza inevitable.
El fatalismo y la negatividad
Es importante estudiar su etimología para comprender que el fatalismo no es una visión negativa del futuro sino, como se expresa más arriba, la idea de que nuestros actos no pueden modificar la cadena de sucesos que nos rodean porque sus causas son independientes de nuestra voluntad.
La raíz de fatalismo es fatum, que en latín se define como «destino»; no debemos confundir esto con las acepciones que le damos al término fatal cuando lo entendemos como algo «malo».