Favela es un término procedente del idioma portugués que hace referencia una vivienda precaria. Por extensión, se denomina favela al barrio marginal formado por este tipo de construcciones informales.
Según la región, a la favela también puede llamársela chabola, villa miseria (o villa), cantegril, tugurio o población callampa. Por lo general, el concepto alude específicamente a los barrios más pobres de las ciudades brasileñas.
Las favelas, por lo tanto, son asentamientos precarios que se encuentran en Brasil. Quienes viven en las favelas no tienen título de propiedad del terreno ni de la casa, que levantan sin autorización ni controles. Debido a que estos barrios crecen de manera desorganizada y sin previsión, sus habitantes sufren la falta de infraestructura y la carencia de servicios públicos esenciales.
El desarrollo de las favelas está vinculado a la pobreza. Sin chances de acceder a una vivienda digna en los centros urbanos que brindan mayores posibilidades de empleo, muchas personas se ven forzadas a instalarse en este tipo de lugares y levantan sus casas como pueden.
Los centenares de favelas que se distribuyen en los morros de Río de Janeiro constituyen una de las postales más conocidas de esta localidad. La Rocinha y Cidade de Deus están entre las más famosas.
Quienes viven en las favelas no solo padecen la pobreza y la precariedad de las condiciones de vida propias del lugar: también son víctimas de la inseguridad. El Estado muchas veces tiene dificultades para controlar estas zonas que suelen ser refugio de delincuentes y criminales.
Pero uno de los problemas más graves de las favelas, así como de cualquier otra región en la que se concentre la pobreza en este mundo, son los embarazos adolescentes, o incluso durante la infancia, de niñas que deberían llevar una vida acorde a su edad, ya sea estudiando o jugando, disfrutando de su juventud y de la libertad que los adultos a su alrededor se niegan a respetar.
El cuadro de una adolescente llevando a su hijo por la calle es muy común en las favelas, y las razones por las cuales la maternidad llega tan temprano en estas zonas son varias: por un lado, están las violaciones, que pueden afectar a niñas muy pequeñas, muchas de las cuales arriesgan su vida en el parto o en el aborto; pero también están las adolescentes que quedan embarazadas de forma aparentemente voluntaria, porque no tienen ninguna expectativa mayor en sus vidas.
Muchas de las madres adolescentes de las favelas tienen pareja, y de hecho crían a sus hijos juntos, haciéndose cargo de llevarlos al pediatra y a la escuela. Pero esto no significa que lleven una vida normal y cómoda: la mayoría viven en la casa de la familia, junto con sus padres y abuelos, donde desde pequeñas aprendieron a cuidar de sus hermanos y así se despertó en ellas el instinto maternal que luego quisieron poner a prueba con sus propias semillas.
Es importante señalar que existen algunas medidas que el gobierno toma para reducir el índice de embarazos durante la adolescencia, y no hay mejor herramienta para combatir esta situación que la educación. Por ejemplo, hay grupos que se dedican a organizar campañas de concienciación para enseñarles que existen otras oportunidades además de la maternidad, como ser el estudio y las metas a nivel profesional.
Las personas que realmente se acercan a las favelas para ayudar a sus habitantes de forma desinteresada aseguran que los estereotipos que las suelen representar desde el exterior son injustos e incorrectos. La pobreza no siempre conduce a la criminalidad, y mucho menos debería separar a la gente en grupos; si el reparto de oportunidades fuera justo, nadie se vería forzado a vivir en situaciones de tanta necesidad