Un fenómeno socioeconómico
La gentrificación es un proceso que se lleva a cabo cuando una zona comienza a poblarse de ciudadanos de una clase socioeconómica superior a la de los habitantes previos y el espacio urbano adquiere otras características a partir de restauraciones edilicias y nuevas construcciones, con lo cual las personas que solían vivir allí terminan siendo desplazadas.
Con la gentrificación, de este modo, un barrio deteriorado cambia su fisonomía. Las nuevas características del distrito producen un incremento del valor de las propiedades y de los alquileres, forzando a los vecinos tradicionales a alejarse y a instalarse en la periferia. De manera simultánea, el espacio renovado pasa a ser habitado por individuos de mayor poder adquisitivo, ya que están en condiciones económicas de asumir los costes y los gastos.
El punto de partida de este fenómeno es la detección de un barrio de bajos recursos que, a pesar de lo que pueda parecer a simple vista, esconda un gran potencial, como si se tratara de «un diamante en bruto». Para explotar tal potencial, sobra decir, es necesaria una inversión de dinero de colosales dimensiones, y es por eso que una vez que comienza el proceso es casi imposible de frenar.
Los antiguos residentes, así como los comerciantes locales, pueden llegar a vivir una auténtica pesadilla aunque el ataque es silencioso: no hay forcejeos como los de un desahucio, no hay amenazas, sino aumentos en los alquileres a niveles imposibles de pagar, cambios en las normativas locales que les compliquen la existencia y, por supuesto, un grado de discriminación que crece hasta volverse insoportable.
Turismo y empresas
En los últimos años, la gentrificación se dio con frecuencia en zonas de potencial turístico. En estos lugares suelen realizarse fuertes inversiones para la rehabilitación de edificios y para mejorar el espacio público, aumentando los precios de las propiedades. Así, se logra atraer a visitantes pero muchas veces se perjudica a los vecinos.
Si nos olvidamos por un momento de las dobles intenciones y los intereses políticos, las ciudades turísticas suelen mostrarse profundamente agradecidas por la afluencia de gente extranjera, ya que es el motor principal de su economía. Pero la gentrificación aprovecha este fenómeno para convertir ciertas zonas en lugares artificiales, donde los residentes no representan la cultura sino que muestran un cuadro «más atractivo», «de un nivel superior».
La gentrificación también ocurre cuando se instalan grandes cadenas o se construye un centro comercial en un barrio. Estas incorporaciones, que pueden revalorizar el sitio, tienden a afectar a los pequeños comercios y a las tiendas familiares.
Ocurrió hace años, ocurre en la actualidad y seguirá ocurriendo: los gigantes del mercado aplastan sin piedad a los más pequeños, y los consumidores continúan caminando sin mirar al costado. El sistema nos acostumbra a aceptar estos abusos como si fueran sacrificios necesarios para mejorar, para ascender y evolucionar. Pero no es más que un acto cobarde y retorcido.
Neologismo aceptado
Cabe destacar, por último, que la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) considera que gentrificación es un neologismo válido para adecuar el vocablo inglés gentrification. Otros términos de nuestra lengua, como aristocratización o elitización, no consiguen reflejar los matices del fenómeno.
En la etimología de la palabra inglesa tenemos la idea de «gente de bien, alta burguesía» y el sufijo -ción, que indica «acción y efecto de». Por eso estamos ante un proceso que pretende transformar un barrio por medio del cambio de sus habitantes por otros que cumplan con estos requisitos.