Al órgano encargado de la dirección del poder ejecutivo de un Estado se lo denomina gobierno. El presidente, los ministros y otros funcionarios son los responsables de la administración del gobierno. Democrático, por su parte, es aquello vinculado a la democracia: la forma de gobierno en la cual los ciudadanos ostentan el poder político.
Un gobierno democrático, por lo tanto, es aquel cuyas autoridades emanan del pueblo, ya que el poder pertenece a la totalidad de la ciudadanía. De este modo, la gente toma decisiones colectivas a través de diversos mecanismos de participación, ya sea indirecta o directa.
Legitimidad de un gobierno democrático
Los gobernantes democráticos cuentan con legitimidad como representantes del pueblo. Dicha legitimidad suele vincularse a las elecciones libres que permiten que las personas voten a quienes las representarán en distintos estamentos del Estado: esto quiere decir que el gobierno democrático tiene un origen legal. Con respecto a la obligatoriedad del voto, este tema despierta interminables debates acerca de sus consecuencias en los principios de la democracia misma.
El presidente que encabeza un gobierno democrático, en este marco, llega a ocupar dicho cargo cuando es votado por los habitantes de su país. Una vez en el poder, su misión es trabajar por el bien común: no representa a un sector en particular ni debe defender los intereses de un cierto grupo. Su accionar, por otro lado, está limitado a lo establecido en la Constitución Nacional (un gobernante democrático nunca tiene el poder absoluto).
Es importante tener en cuenta que un gobierno puede llegar al poder por vía democrática (elecciones libres) pero luego ejercer dicho poder de una manera autoritaria o dictatorial, perdiendo su condición de gobierno democrático. La calificación de democrático es dinámica y está vinculada al desarrollo de los acontecimientos políticos.
Los orígenes
La democracia tiene su origen en épocas remotas, ya que la vemos en muchas de las civilizaciones antiguas que basaron sus instituciones en los sistemas que se engloban bajo el concepto de democracia tribal, caracterizado por la igualdad y el sentimiento de comunidad.
Uno de los ejemplos de gobierno democrático más conocido se halla en ciertas ciudades estado griegas de la antigüedad, en particular Atenas hacia el siglo VI a. C. Las ciudades, que se conocen con el nombre de polis, no eran muy grandes ni tenían un alto número de habitantes, y por estas características era posible contar con una asamblea del pueblo. De ella podían participar únicamente los hombres libres, de manera que tres cuartos de la población quedaba absolutamente excluida de tal derecho: las mujeres, los extranjeros y los esclavos.
Una concepción diferente de un gobierno democrático
Si nos detenemos durante un momento en este caso remoto de gobierno democrático, podemos advertir el absurdo que supone denominar de este modo a una organización que niega el poder a una porción tan grande del pueblo: no olvidemos que en la etimología de democracia tenemos dos términos griegos que nos dan la idea de «el poder está en el pueblo».
En dicha forma de democracia no tenía lugar la representación, o sea que los gobernantes no eran elegidos por el pueblo; por el contrario, todos los ciudadanos que cumplieran los dos requisitos antes expuestos pasaban por la asamblea de forma alternada. Además, su soberanía era absoluta. Sobra decir que en los más de dos milenios que nos separan de aquella época, las características de este tipo de gobierno han evolucionado considerablemente aunque todavía quede mucho camino por recorrer.
Ya en el siglo XII, en el continente americano se creó la Liga Democrática y Constitucional de Haudenosaunee, que estaba compuesta por las naciones Oneida, Cayuga, Mohicanos, Séneca y Onondaga. En ella, la igual participación de hombres y mujeres, la división y la limitación del poder eran las bases fundamentales. Muchos pensadores consideran ésta la forma más antigua de democracia moderna.