Google es el nombre de una empresa estadounidense fundada en 1998 por Sergey Brin y Larry Page. Aunque su producto más popular es un motor de búsqueda, la compañía brinda una gran cantidad de servicios informáticos.
Una de las herramientas que ofrece Google a los internautas es Google Drive. Este servicio, lanzado en 2012, permite almacenar archivos en Internet, contando con una modalidad gratuita y varios planes que requieren un pago. Google Drive surgió como reemplazo de Google Docs, una herramienta de características similares.
Los usuarios de Google Drive pueden guardar fotografías, videos, dibujos, archivos de texto y muchos otros tipos de documentos. La versión gratuita del servicio ofrece una capacidad de hasta 15 gigabytes: quienes desean almacenar más archivos, deben contratar un plan más avanzado. Hay alternativas desde 1,99 dólares por mes (100 GB de espacio) hasta 299,99 dólares mensuales (30 TB de capacidad).
Cabe destacar que Google Drive es un servicio de cloud computing o computación en la nube: los usuarios pueden acceder a sus archivos desde cualquier computadora (ordenador), tablet o smartphone ingresando su identificación y clave. Esto quiere decir que el acceso a la información no está limitado a un dispositivo específico.
Google Drive, por otra parte, facilita compartir archivos entre muchas personas. El titular de una cuenta puede invitar a otros usuarios a visualizar, descargar y/o editar documentos, sin la necesidad de tener que enviar los archivos a través de un correo electrónico o por otra vía.
Supongamos que el guitarrista de una banda de rock graba una melodía y almacena el archivo de audio en Google Drive. Luego puede autorizar a sus compañeros (el bajista, el baterista y el cantante) a descargar ese archivo para que ellos también puedan trabajar con su composición.
Antes de que apareciera la primera opción de almacenamiento en la nube, muchos usuarios aprovechaban la función de adjuntar archivos durante la redacción de un mensaje de correo electrónico sumada a la posibilidad de guardar un «borrador» o incluso de enviarse un mensaje a ellos mismos para conseguir resultados similares, aunque con diferentes restricciones. Por ejemplo: para tener una copia de seguridad en «la nube» de un documento, podíamos adjuntarlo a un mensaje de e-mail y dejarlo en borrador o enviárnoslo a la misma dirección o a otra de nuestra pertenencia.
Una de las limitaciones era el peso máximo permitido de cada archivo adjunto, así como el total, que solía rondar los pocos megas. Si no debíamos subir cosas muy pesadas, con este antiguo truco podíamos incluso organizar nuestros mensajes en carpetas para facilitar su búsqueda. Se trataba de un sistema precario y limitado, pero que durante unos años sirvió para darnos la posibilidad de acceder a nuestros archivos desde cualquier ordenador con conexión a Internet. Google Drive, sobra decirlo, lo cambió todo.
Dado que Google ha creado su propio ecosistema, algo que también ha hecho Microsoft con sus respectivos programas y servicios, siempre que nos encontremos dentro de alguna de sus aplicaciones podremos comunicarnos con las demás «de forma fácil». Por ejemplo, si recibimos un mensaje de correo electrónico con un archivo adjunto a nuestra casilla de Gmail, tenemos varias posibilidades: revisarlo en línea con uno de los varios visualizadores que nos ofrecen de manera automática (ya sea que se trate de una imagen, un documento de texto o un vídeo, por ejemplo), descargarlo a nuestro dispositivo o incluso guardarlo en nuestra unidad de Google Drive.
Dado que los archivos adjuntos también se encuentran en los servidores de Google, transferirlos a Drive es un proceso que percibimos como instantáneo, porque el tiempo que toma no depende de la velocidad de nuestra conexión sino de la potencia de sus instalaciones.
