El origen etimológico del término gritar que ahora nos ocupa tenemos que establecer que se encuentra en el latín. Exactamente procede del verbo “quiritare”, que puede traducirse como “llamar en auxilio”.
El verbo gritar hace referencia a la levantar el volumen de la voz más de lo normal o lo habitual. Se trata de una forma de expresión que suele vincularse a un determinado estado de ánimo que modifica la comunicación.
Chillar, vociferar, berrear, vocear, desgañitarse o incluso bramar son algunas de las palabras que funcionan como sinónimos de gritar. Por el contrario, entre sus antónimos nos topamos con términos tales como enmudecer, callar, susurrar o murmurar, por ejemplo.
Una persona puede gritar por múltiples motivos. Por un lado, puede tratarse simplemente de un intento de ser escuchada en un ambiente ruidoso o si el interlocutor está lejos o padece trastornos en la audición. Por ejemplo: “En medio del concierto, por la aglomeración de gente, me separé de mi hermana y luego tuve que empezar a gritar para encontrarla”, “Abuelo, ¿por qué no usas el audífono? Así no tengo que gritar para que me escuches”, “El joven, al notar que el mar empezaba a arrastrarlo, comenzó a gritar para llamar la atención del guardavidas que estaba a varios metros de distancia”.
En ocasiones, la acción de gritar obedece al deseo de manifestar la aprobación o desaprobación de algo: “Cuando el cantante salió a escena, sus admiradores empezaron a gritar y a aplaudir”, “El público no paró de gritar hasta que el presidente terminó su discurso”, “Gritar fue en vano: pese al repudio de quienes estaban en el teatro, el actor realizó la polémica escena”.
Gritar también puede ser una reacción espontánea ante una agitación del ánimo: “Al ver cómo el automóvil se desbarrancaba, nos desesperamos y lo único que pudimos hacer fue gritar”, “No hay nada más lindo que gritar de alegría ante una buena noticia”, “El muchacho escuchó su nombre entre los ganadores y comenzó a gritar”.
Precisamente uno de los cuadros más importantes de la historia del arte muestra el momento en el que el protagonista no duda en gritar. Nos estamos refiriendo a la pintura titulada “El grito”, que fue realizada en el año 1893 por el famoso autor noruego Edvard Munch (1863 – 1944).
Muchas son las teorías y explicaciones que se han establecido acerca de lo que representa esa pintura. No obstante, la más generalizada viene a indicar que representa a un hombre moderno que grita en un momento de gran desesperación existencial e incluso de angustia y ansiedad ante la vida existente.
Dentro de la corriente del expresionismo se encuentra esta obra que, en la actualidad, se ha convertido en verdadero icono cultural. De ahí que pueda encontrarse representada en camisetas, láminas y todo tipo de objetos. Tanto es así que para muchos, en cuanto a relevancia y significado, está considerada “La Gioconda” moderna.
Hoy quien desee verla in situ tiene que viajar hasta la Galería Nacional de Oslo (Noruega), que es donde se exhibe.