El vocablo latino incitāre llegó a nuestro idioma como incitar. El término alude a promover o estimular una acción.
Fomentar una actitud o comportamiento
Incitar, por lo tanto, implica fomentar algo. Supongamos que una organización ecologista, frente a una empresa que contamina los ríos con su producción, impulsa un boicot. De este modo, incita a la población a no comprar sus productos, advirtiéndoles a los consumidores las consecuencias del funcionamiento de la compañía.
Tomemos el caso de un periódico que, a través de sus artículos, incita a la violencia. Las notas de este medio de comunicación proponen perseguir a los inmigrantes, a quienes acusa de generar diversos problemas sociales. También llaman a la población a hacer justicia por mano propia, atacando a delincuentes por afuera de la ley. Ante esta situación, muchos ciudadanos que no están de acuerdo con esta posición denuncian a la publicación y piden su cierre. El periódico no puede escudarse en la libertad de expresión para incentivar el odio y la violación de las normas.
Incitar buenas costumbres
Si bien es más común ver este término en contextos negativos, donde se habla de incitar a comportamientos negativos y dañinos, e incluso la propia acción se puede constituir como un delito, no podemos dejar de señalar que también es posible incitar a acciones positivas, que resultan beneficiosas para la sociedad en su conjunto, para un grupo o para alguien en particular.
En cualquiera de los dos extremos, es necesario un vínculo entre una persona o grupo que posea un gran carisma y otra parte que la admire. El respeto incondicional es muy común en nuestras sociedades: suele comenzar por el que los niños llegan a sentir por sus mayores y más adelante se extiende a su relación con las bandas de música, los actores y demás profesionales cuyo trabajo tenga un alcance masivo.
En contexto
Por ejemplo: “La oposición no debería incitar a rebelarse contra el Gobierno, sino que tendría que actuar en el marco que establece la democracia”, “Queremos incitar a los vecinos a comprometerse con la defensa del medio ambiente”, “No deberían permitirse los discursos que incitan al odio racial y a la discriminación”.
Comencemos por la primera oración de ejemplo, donde el emisor señala que un partido político nunca debería empujar a sus seguidores a cometer actos de rebeldía contra el Gobierno; de lo contrario, su influencia siempre debería guiarlos a mantenerse dentro de los límites de la democracia. En este caso se presenta un contexto en el que el verbo incitar es muy usado, ya que el fanatismo conduce a una interpretación distorsionada de los mensajes, y por eso las figuras receptoras de la admiración deben cuidar especialmente sus palabras antes de hablar en público.
En el segundo ejemplo tenemos una situación muy diferente, ya que el verbo incitar tiene una connotación positiva, una posibilidad que se menciona en el apartado anterior. El emisor, que habla en la primera persona plural, expresa su deseo de que los vecinos se comprometan con el cuidado de los espacios naturales, y probablemente este mensaje se vea complementado por una serie de campañas y propuestas diferentes que consigan concienciar a la población de la importancia que supone tal iniciativa.
Por último tenemos, una vez más, una oración en la cual las actitudes a las que se incita son de carácter negativo: el racismo y el desprecio. Es muy común que los grupos más poderosos divulguen estas y otras ideas destructivas en sus discursos, a sabiendas de que sus admiradores las tomarán como «principios». De este modo, poco a poco se implanta el odio en el pueblo, hasta que tienen lugar los asesinatos masivos y otros actos deleznables.