La raíz etimológica del término incunable procede del vocablo latino incunabŭla, que puede traducirse como “pañales”. El concepto se emplea para calificar a aquellos libros que se editaron en el periodo comprendido entre la creación de la imprenta y los inicios del siglo XVI.
En concreto, esa citada palabra latina podemos establecer que es el resultado de la suma de varios componentes léxicos de dicha lengua:
-El prefijo “in-”, que equivale a “hacia dentro”.
-El sustantivo “cunae”, que es sinónimo de “cuna”.
-El sufijo “-bula”, que se emplea para indicar “instrumento”.
Incunable, por lo tanto, es un adjetivo que se aplica a las obras impresas entre 1450 y 1500 aproximadamente. En ocasiones, se simplifica la delimitación temporal indicando que los incunables son libros del siglo XV.
Se estima que la idea de incunable fue acuñada en el siglo XVII. Bernhard von Mallinckrodt y Cornelius Beughem suelen ser señalados como los primeros en plasmar la noción en una publicación.
En el tiempo de los incunables, el impresor se encargaba de todo el proceso. No solo era el dueño de la prensa, sino que también fabricaba el papel, se encargaba de la fundición de los tipos y era el encuadernador, el editor y el librero. La relevancia de los incunables está dada por tratarse de los primeros documentos que masificaron el alcance de la cultura.
Otros datos interesantes acerca de los incunables son los siguientes:
-Es importante conocer la existencia de los proto-incunables y de los post-incunables. Los primeros son los libros que se imprimieron en las imprentas iniciales entre 1472 y 1480, mientras que los segundos son los libros que se imprimieron a comienzos del siglo XVI y que, por error, han sido clasificados como incunables.
-El primer libro impreso de España que se conserva es “Sinodal de Aguilafuente”, que fue impreso en el año 1472 por el alemán Juan Párix de Heidelberg.
-Los incunables suelen tener en común varias características como son pocas divisiones en el total del texto, escasa igual de los caracteres, la falta del título en una hoja separada, la ausencia de paginación, la no existencia de sangría para separar capítulos o párrafos…
Como la etimología lo sugiere, la idea de incunable se vincula a que los libros impresos estaban “pañales” o en la “cuna”. En el siglo XV llegaron a existir unas 1.200 imprentas que permitieron dar a conocer miles obras: todas ellas, calificadas como incunables.
La Biblioteca Estatal de Baviera, en Alemania, es una de las instituciones que ostenta mayor cantidad de incunables, al albergar más de 18.000. Entre ellos se encuentra la Biblia de Gutenberg, considerada como el incunable más famoso ya que fue el primer libro que se imprimió a gran escala apelando a un sistema de tipos móviles.
Otros incunables importantes, en el caso de España, son “Los doce trabajos de Hércules” que fue impreso en 1483 en Zamora por Enrique de Villena o la tragicomedia “La Celestina” de Fernando Rojas, que fue impresa en el año 1499 en Burgos por Fadrique de Basilea y que está considerada uno de los grandes clásicos de la literatura en castellano.