El concepto de indomable tiene su origen en el vocablo latino indomabĭlis. El término se emplea para calificar a aquel que se niega a ser domado.
El verbo domar, por su parte, procede de domāre y suele utilizarse para nombrar al proceso que se lleva a cabo para que un animal se vuelva dócil y manso. De todos modos, también se usa respecto al control, la represión y el castigo de las conductas humanas que resultan inoportunas o inadecuadas.
Esto quiere decir que tanto un animal como un ser humano pueden recibir la calificación de indomable. Por ejemplo: “Ese potro es indomable: tres personas diferentes ya trataron de amansarlo pero no lo consiguieron”, “En mi juventud era indomable, no le hacía caso a nadie”, “El cineasta indomable volvió a sorprender con otra película que promete generar una gran polémica”.
La idea de indomable incluso sirve para nombrar a un elemento (físico o simbólico) que resulta difícil de controlar o gestionar. Tomemos el caso de un país donde el tipo de cambio es libre: los precios de las divisas no están fijados por ley. En este marco, el valor del dólar comienza a incrementarse de manera repentina, un fenómeno que provoca la depreciación de la moneda local. Pese a que el gobierno intenta intervenir para revertir la tendencia, no tiene éxito. Por eso los economistas y los analistas financieros aseguran que el dólar está indomable. Con esta expresión hacen referencia a que las autoridades no pueden llevar la divisa al precio que consideran válido, aceptable o conveniente.
Como podemos apreciar en los ejemplos expuestos hasta el momento, el concepto de indomable es muy particular en cuanto a que no tiene de forma inherente una naturaleza positiva o negativa, sino que esto depende en gran parte de la percepción y la posterior apreciación de cada observador, en cada situación. Pensemos una vez más en los caballos, ya que esta especie está inevitablemente ligada a la doma, aunque no porque así lo haya dictado la naturaleza: para un domador que se enfrenta a un caballo indomable, que le dificulta mucho su trabajo, esta actitud será percibida de una manera negativa; sin embargo, para alguien que respete a los animales y disfrute de verlos en libertad, este rasgo puede resultar admirable.
Las personas con ideas animalistas tienen una visión del mundo que todavía al día de hoy resulta difícil de comprender por la mayoría. Negarse a la explotación supone prescindir de cualquier producto que requiera la presencia de un animal para su fabricación, ya sea un alimento o una prenda de vestir. Los amantes de la carne, el queso, los zapatos de cuero y las perlas no pueden comprender esta actitud, porque consideran que los animales se encuentran por debajo de nosotros y que, por lo tanto, no deberíamos respetarlos como si se tratara de seres humanos. Muchas de estas personas, de hecho, se ofenderían si alguien las llamara indomables, porque creerían estar siendo comparadas con especies que ellos consideran «inferiores».
En definitiva, alguien indomable se resiste al control absoluto por parte de otro, y esto puede ser interpretado o recibido de diferentes formas. De hecho, muchos de los grandes héroes de nuestras mitologías y de la ficción se consideran indomables, y es gracias a esta sed de libertad que consiguen superar obstáculos que resultan imposibles para una persona normal.
La rebeldía a menudo se entiende como un obstáculo para la educación, pero en ciertos casos puede ser una actitud sana frente a una serie de imposiciones tóxicas. Los sistemas tienden a normalizar a sus componentes, y esto no hace otra cosa que impedirnos explotar nuestras capacidades al máximo.