El vocablo latino indomĭtus arribó al castellano como indómito. Este adjetivo se usa para calificar a quien no puede ser domado, reprimido o controlado.
Por ejemplo: “El indómito periodista nunca cedió a los presiones de los poderosos ni a las imposiciones de sus editores”, “La actriz de carácter indómito provocó una revolución en la industria cinematográfica de los años «50”, “Pese a las armas de los conquistadores, el pueblo aborigen mantuvo su espíritu indómito y no dejó de rebelarse”.
El verbo domar suele utilizarse para aludir al proceso de retener, controlar y amansar a un animal. Un caballo indómito, en este marco, es aquel que aún no ha sido sometido y que, por lo tanto, no obedece al hombre.
Domar, por otra parte, también puede referirse a la contención o la represión de las conductas y las actitudes de una persona que se consideran inadecuadas o indebidas. Si alguien no se deja controlar, se lo califica como indómito.
Tomemos el caso de un cantante reconocido por su talento y famoso por su rebeldía. Este artista no suele hacer caso a las indicaciones de su compañía discográfica, se pelea con sus compañeros de banda y hasta tiene enfrentamientos frecuentes con su público. Sin embargo, sigue llenando estadios y vendiendo miles de discos. Por eso quienes están a su alrededor toleran que sea indómito, ya que continúa generando ganancias, mientras que él aprovecha esa situación para actuar con libertad y hacer lo que desea.
A lo largo de los diferentes ejemplos, podemos apreciar que el término indómito puede ser interpretado de diferentes maneras, algunas positivas y otras, no tanto. Cuando hablamos del espíritu indómito, nos referimos a la libertad con respecto a las influencias externas, en especial las negativas, con el propósito de seguir adelante en nuestro camino y cumplir nuestros objetivos.
El arte marcial conocido como taekwondo, creado en Corea en el año 1955, se apoya en cinco principios que buscan enseñar a sus estudiantes el camino más propicio para hacer un uso justo de sus conocimientos. Se trata de alcanzar un grado de honestidad, sinceridad y compasión que acompañe la técnica, y para ello es necesario dominar la siguiente fórmula: cortesía, integridad, perseverancia, autocontrol y espíritu indómito.
Aprender taekwondo no significa adquirir un buen estado físico y memorizar una serie de movimientos de pelea para salir a la calle y ponerlos en práctica contra nuestros enemigos de manera espontánea, sino acceder a un conocimiento que nos da el poder de defendernos y de proteger a los demás de cualquier acto de injusticia cuando hayamos agotado la vía diplomática. Saber dar un golpe con técnica y precisión no significa deber hacerlo en cuanto se presente la oportunidad.
En este marco, el concepto de espíritu indómito hace referencia a una suerte de escudo contra la tentación de la injusticia, contra la influencia de aquellos que desean desviarnos de nuestro camino y para ello intentan «domar» nuestra voluntad. Cada vez que un estudiante de taekwondo se enfrenta a la injusticia debe ubicarse en una posición de equilibrio, justo en el punto central de los cinco principios antes mencionados.
La cortesía le permitirá tratar bien incluso a sus enemigos. La integridad debe ser uno de los principales objetivos en su vida. La perseverancia sirve para levantarse después de cada caída. El autocontrol previene el uso desmedido o innecesario de la fuerza física. El espíritu indómito rebota la energía negativa y preserva todo lo aprendido.
La idea de indómito, por último, aparece en diferentes obras. La novela “Tarzán el indómito” (“Tarzan the Untamed” en su idioma original) de Edgar Rice Burroughs y el poema “Purén indómito” del cronista de Indias Diego Arias de Saavedra son dos ejemplos.