El vocablo griego kínēsis derivó en el inglés kinesic. Ese es el antecedente etimológico más cercano de kinésica, término que en nuestra lengua hace referencia a los movimientos del cuerpo, las posturas y la gestualidad que componen el lenguaje no verbal.
Elementos de la comunicación
También llamada kinesia o quinesia, la kinésica (que puede escribirse con Q: quinésica) se compone de aquellos gestos y acciones corporales que no forman parte de la oralidad pero que pueden comunicar y tienen un componente expresivo. Los elementos kinésicos se perciben a través de la vista, la audición o el tacto.
Los movimientos del rostro y del cuerpo en general, al igual que la postura corporal, transmiten información sobre las emociones y las actitudes. En la cara de una persona, por ejemplo, es posible «ver» si siente temor o si está alegre. Estas cuestiones forman parte de la kinésica, nombre que también recibe la disciplina dedicada al estudio del tema.
Las posiciones y los movimientos de la kinésica pueden ser inconscientes o conscientes. En ocasiones los individuos que realizan estos actos los hacen espontáneamente, sin pensarlo, mientras que en otros casos hay una intencionalidad detrás.
Comunicación no verbal
En la comunicación no verbal, la kinésica se combina con la paralingüística (el volumen de la voz, el tono y otros recursos que complementan las emisiones lingüísticas) y con la proxémica (la utilización del espacio personal). Estas tres dimensiones definen las características del proceso comunicativo.
Supongamos que, en una reunión laboral, un hombre está sentado con sus brazos cruzados, mirando el suelo y con gesto adusto. Aún sin hablar, el sujeto está transmitiendo su disgusto con la situación mediante la kinésica.
Uno de los elementos kinésicos que podemos percibir en este caso es la posición de los brazos, que se relaciona con el bloqueo de la información o los estímulos que vienen desde fuera. Cruzar los brazos es una forma de «levantar una barrera» para impedir que los demás se nos acerquen, seamos o no conscientes de lo que estamos haciendo.
Y este ejemplo nos sirve para acentuar la importancia del carácter inconsciente o involuntario que puede llegar a tener la kinésica. No debemos olvidar que aprendemos a comunicarnos desde muy pequeños, y gran parte de nuestros mecanismos los incorporamos de manera «natural» a nuestro comportamiento, al punto de ejecutarlos como si se tratara de actos reflejos.
Categorías de gestos
De acuerdo con los expertos en comunicación Wallace Friesen y Paúl Ekman, es posible distinguir las siguientes cinco categorías de gestos:
* emblemáticos: se trata de señales que emitimos de manera intencional y que pueden ser entendidas por nuestro entorno sin necesidad de explicar su significado;
* ilustrativos: se acoplan a la comunicación verbal para aportar matices, resaltar ciertas partes del mensaje o para reemplazar una palabra, entre otras posibilidades. Su uso es intencional y puede llegar a ser muy útil al hablar frente a muchas personas;
* reguladores de la interacción: regulan o sincronizan la comunicación sin que por ello desaparezca el canal. Sirven para tomar la palabra, para comenzar o terminar una interacción o bien para ceder a otro interlocutor el turno;
* que expresan estados emotivos: son un reflejo del estado emotivo del emisor y de lo que la comunicación le causa en el momento. En los sistemas de mensajería instantánea, apelamos al uso de emoticonos con el mismo objetivo;
* de adaptación: son los que usamos para administrar emociones que no deseamos exteriorizar, para calmarnos o liberar tensión, entre otros propósitos. Dentro de este grupo, la kinésica reconoce gestos en diferentes direcciones: a nosotros mismos, a un objeto y hacia otros individuos. Pueden ser conscientes o inconscientes.