El vocablo griego mimikós derivó en el latín mimĭcus, que llegó a nuestro idioma como mímica. Como sustantivo, el término alude al acto de expresar o representar acciones, emociones, sentimientos e ideas a través del movimiento del cuerpo y de la gestualidad.
El término, al igual que su versión masculina (mímico), puede utilizarse para calificar a aquello vinculado a la mímica y al mimo. En este punto es importante aclarar que un mimo es un actor que interpreta sus escenas con movimientos corporales y gestos, sin hablar.
La mímica funciona como un mecanismo de expresión que recurre al lenguaje gestual y corporal, prescindiendo del lenguaje verbal. Por lo general se utiliza en el arte escénico para la dramatización de un discurso.
La mímica como expresión artística
Los mimos usan la mímica como manifestación artística o teatral. Dejando de lado el habla, se basan en la expresividad del rostro y del cuerpo para contar una historia o dar a entender algo.
Se cree que la mímica como herramienta artística surgió en la Antigua Grecia. En la Edad Media los mimos formaban parte de teatros ambulantes y se lucían en la llamada comedia del arte.
Más cerca en el tiempo, en la época del cine mudo, la mímica fue un recurso muy importante. Charles Chaplin, Buster Keaton y Harpo Marx, entre otros, brillaron con sus destrezas.
En la actualidad, la mímica también puede resultar altamente beneficiosa para la actuación, tanto en teatro como en televisión o cine, más allá de que en estos últimos dos ámbitos exista la grabación de audio y la superposición de música desde hace varias décadas. No es necesaria la ausencia de sonido para que los actores deban esforzarse en expresar sus interpretaciones mediante los movimientos físicos, sino que ambos aspectos deberían complementarse.
Preparación del personaje
Para ofrecer un desempeño creíble y memorable, la persona debe llevar a cabo un proceso de preparación del personaje en el cual lo conozca a fondo y lo recree para presentarlo al público. Si se trata de un rol basado en alguien real, la investigación se centrará en su biografía; de lo contrario, en sus características más relevantes, desde su personalidad hasta alguna enfermedad que marque su vida. Dado que las obras de ficción no muestran cada segundo de la existencia sino hitos, la actuación debe ser ligeramente «exagerada» para acentuar al máximo los sucesos.
Encontrar el punto justo entre falta de intensidad y sobreactuación no es fácil, y de hecho sólo los más talentosos lo consiguen. El uso de la mímica, o bien su estudio como complemento de la actuación es esencial para poner el cuerpo al servicio de la interpretación. Todos nuestros músculos deben representar al personaje, no sólo los del rostro y las partes del cuerpo que se usen en las escenas: aunque simplemente estemos hablando o moviendo un brazo, la transformación debe ser completa.
Hoy en día las acrobacias y las imitaciones son actividades frecuentes en el ámbito de la mímica. También la danza suele formar parte de sus espectáculos, que se desarrollan tanto en salas teatrales como en calles y plazas.
El juego de la mímica
No podemos dejar de mencionar el juego de la mímica, que también se conoce con el nombre de dígalo con mímica, entre otros. Requiere un mínimo de dos personas, y también puede jugarse en equipo. En cada turno, un jugador debe valerse únicamente de la mímica para representar un concepto y conseguir que el otro lo adivine.
La incógnita puede ser una palabra, un nombre propio o el título de un libro, por ejemplo. Existen ciertas convenciones que facilitan la representación, como ser la indicación del número de palabras y su extensión haciendo ciertos gestos conocidos por todos los integrantes.