La etimología de noúmeno nos lleva al griego nooúmenon, que se traduce como “cosa pensada”. El término se utiliza en el marco de la filosofía para aludir a lo que es objeto del conocimiento racional y no del conocimiento sensible.
Objeto no fenoménico
La noción aparece en los desarrollos filosóficos del alemán Immanuel Kant (1724-1804). El noúmeno es un objeto no fenoménico: forma parte de la órbita de la intuición intelectual debido a que se conoce a través de la razón. Lo fenoménico, en cambio, surge de lo sensible (los sentidos).
Kant señala que un fenómeno es un objeto que aparece y que puede ser conocido por medio de la intuición sensible. El noúmeno es un correlato del objeto que va más allá de su vínculo con la sensibilidad y que resulta algo únicamente inteligible.
Por eso la idea de noúmeno también se emplea para nombrar a la cosa en sí. Se trata de una realidad hipotética que trasciende el terreno del conocimiento humano, existiendo de manera independiente de cualquier clase de representación.
Siguiendo con la filosofía kantiana, postula que el noúmeno no puede ser reconocido por la intuición sensible, pero sí por la intuición intelectual. El conocimiento, en este marco, se limita a los fenómenos, mientras que los noúmenos marcan el límite de lo que se puede conocer. En otras palabras, no existe un conocimiento de las cosas en sí.
El problema del noúmeno
Es interesante mencionar, por último, que noúmeno se considera como un concepto problemático: no se puede conocer su realidad objetiva, se encuentra interconectado con otros conocimientos y no acarrea contradicción.
Este tipo de problemas de la cognición es bastante común y, de hecho, resulta inevitable porque los seres humanos no somos entidades meramente intelectuales que vean el mundo exterior de igual modo, sino que llevamos vidas subjetivas, con nuestros propios puntos de vista. Hay conceptos que, al menos durante un tiempo, el saber humano considera irrefutables. Otros, en cambio, no pueden medirse o compararse con una referencia, sino que pertenecen a otro plano, más allá de la exactitud, pero también de la sensibilidad. Tal es el caso del noúmeno.
Ontología tradicional e idealismo alemán
Dentro de la filosofía encontramos la ontología, que también se conoce por el nombre de metafísica general. Se trata del estudio de lo que existe y de las relaciones que se perciben entre las acciones y los individuos que las ejecutan o bien entre los diferentes entes. Dentro de este campo, en particular de la ontología tradicional, sabemos que el filósofo Platón consideraba que los noúmenos son aquellas cosas a las que puede acceder la razón.
Dicho de otra manera, lo que para Kant posee una estructura lógica y racional, es decir, lo supuestamente inteligible, en este caso es lo opuesto, lo «ininteligible». Sin embargo, hablando en términos más adecuados para el contexto teórico, deberíamos llamarlo «transinteligible». Se oponen en este punto las cosas puramente sensibles y las inteligibles, pero no deja de tratarse de algo que pueda experimentarse, aunque también se tiene en cuenta lo ajeno a la experiencia. El noúmeno no está en el extremo inaccesible de las cosas ni tampoco en el fenoménico, sino que se encuentra entre los dos.
El idealismo alemán tiene otro punto de vista. De acuerdo con su filosofía, la conciencia puede ser penetrada por lo absoluto, así como éste puede ser, en sí mismo, la conciencia. Volviendo a la teoría de Kant, el noúmeno no se puede conocer ni abordar por parte de nuestra mente, se encuentra más allá del conocimiento posible para nuestra especie, de nuestras experiencias como seres racionales, de cualquier noción de espacio y tiempo.