La noción de pedúnculo aparece en la botánica, la zoología y la anatomía. El término procede del latín científico pedunculus, a su vez derivado de pedis (que se traduce como «pie»).
En el ámbito de la botánica, el pedúnculo alude a la rama de tamaño pequeño que permite el sostén del fruto, la flor o la hoja. Puede usarse, por lo tanto, como sinónimo de pezón.
El pedúnculo resulta similar al tallo. Además de garantizar la sustentación, posibilita que la savia llegue a las flores. En algunos casos poco comunes, el pedúnculo puede contar con ciertas ramificaciones.
Para la zoología, un pedúnculo es una prolongación corporal que hace que ciertos animales sedentarios se fijen al suelo, de acuerdo a lo detallado por la Real Academia Española (RAE) en su diccionario. La RAE ofrece el ejemplo del percebe, un crustáceo que se aferra a peñascos costeros a través de un pedúnculo carnoso.
En el terreno anatómico, en tanto, se utiliza la noción de pedúnculo para nombrar al tallo que vincula un órgano terminal con el resto del organismo. En este sentido podemos hablar de los pedúnculos cerebelosos y de los pedúnculos cerebrales.
En el caso del cerebelo, se encuentra aferrado al tronco del encéfalo a través de tres pares de pedúnculos por los cuales pasan todas las fibras nerviosas que ingresan y egresan del mismo. Los grupos se dividen en inferiores, medios y superiores.
Los pedúnculos cerebelosos inferiores se encargan de comunicar al cerebelo con el bulbo raquídeo. Los pedúnculos cerebelosos medios, en tanto, comunican al cerebelo con la protuberancia anular, mientras que los pedúnculos cerebelosos superiores hacen lo propio con el cerebro.
Los pedúnculos cerebelosos medios tienen una organización particular, ya que se dividen en tres fascículos: el superior, que surge de las fibras transversales ubicadas en la cima de la protuberancia; el inferior, que está formado por las fibras de la base de la protuberancia; el profundo, con la mayoría de las fibras profundas.
Los pedúnculos cerebrales, por último, unen la protuberancia a los hemisferios cerebrales. Estos cordones de sustancia blanca están separados entre sí por materia gris, más específicamente por la denominada fosa interpeduncular.
Estas dos masas en forma de cilindros llamadas pedúnculos cerebrales se hallan en la zona superior del tronco encefálico, encima de la protuberancia anular y terminan en los dos hemisferios del cerebro. A través de la unión de ambos hemisferios, se encargan de mantener comunicados el cerebro y el mesencéfalo, participando del control reflejo de los movimientos del ojo y de la coordinación de los mismos con el cuello y la cabeza.
Existen tres zonas comunes en las cuales se originan los pedúnculos cerebrales, y son las siguientes: el cerebelo, la médula espinal y la corteza. Salvo por el téctum, podemos afirmar que los pedúnculos se hallan totalmente en el mesencéfalo. Esta parte incluye el crus cerebral, el pretectum y el tegmento del mesencéfalo.
Otro nombre por el que se conocen los pedúnculos cerebrales es basis pedunculi. El paquete ventral grande de las fibras eferentes, por otra parte, se denomina pes pedunculi o crus cerebral. Hay un gran número de vías nerviosas que se hallan en esta precisa zona del tronco cerebral.
Debemos señalar que el circuito cerebral peduncular contiene las fibras de las zonas motoras del cerebro, que proyectan al pedúnculo cerebral así como a más de un núcleo talámico.
Con respecto a la estructura de los pedúnculos cerebrales, podemos decir que consta de fibras nerviosas, donde se incluyen las de los tractos corticopontino y corticoespinal, los cuales unen la corteza con el punte de Varolio y con la médula espinal, respectivamente.