Se llama portaminas al lápiz que dispone de un receptáculo para almacenar minas de recambio. Se trata de un instrumento de dibujo y escritura que puede fabricarse con plástico, madera o metal.
Una mina es una barra muy delgada de grafito, un mineral de color negro que se utiliza para la creación de trazos. En el caso del portaminas, también conocido como lanzaminas, lapicero, lápiz de grafos, lápiz-mina, boli-lápiz o lápiz mecánico, dispone de una abertura en su punta que es atravesada por la mina. Si la mina se termina, este dispositivo cuenta con un mecanismo para facilitar su reemplazo.
En los lápices convencionales, cuando la mina se va agotando es necesario extraer madera de la estructura del instrumento a través de un sacapuntas. Así, el lápiz se achica con su uso. Con un portaminas, en cambio, la mina nueva es impulsada mediante una acción mecánica que permite exponerla.
Debido a que su punta no se ensancha con el uso, los portaminas son empleados por quienes necesitan una gran precisión a la hora de escribir o dibujar. Existen minas de diferentes diámetros que suelen ir de los 0,3 a los 2 milímetros, y cada modelo de lápiz puede usar minas de un diámetro determinado.
Esta precisión es la principal ventaja que ofrecen los portaminas frente a los lápices tradicionales. Como aspecto negativo, las minas que se utilizan en los portaminas suelen ser bastante frágiles: si el usuario hace demasiada fuerza con el portaminas sobre la hoja, es probable que la mina se rompa.
De todas formas, quienes se dedican al dibujo técnico suelen recurrir a los portaminas por las características de su trazo. Los ingenieros y los arquitectos están entre los profesionales que generalmente prefieren esta alternativa.
Como se menciona en un párrafo anterior, una de las diferencias principales entre un portaminas y un lápiz de grafito es que el primero no requiere el uso de un sacapuntas, ya que su mina nunca se deforma. Esto supone no sólo un aumento en la precisión a lo largo de todo su uso sino también una ventaja en lo que hace a la comodidad para el usuario y, por qué no, una reducción de residuos en la mesa de trabajo.
Sacar punta es una acción ya tradicional, que incluso puede representar todo un ritual para algunos artistas, pero no podemos negar que interrumpe el proceso creativo y genera un cierto volumen de desechos que puede resultar molesto si no contamos con un cesto a nuestro alcance. El portaminas es, por lo tanto, una versión del lápiz que lo supera en precisión y facilidad de uso; claro que el de grafito sigue siendo imprescindible para los dibujantes y otras personas que aprecian sus características distintivas, como la variedad de texturas y colores.
La historia del portaminas nos lleva al año 1822, en Gran Bretaña, cuando Sampson Mordan y John Hawkins patentaron el primer modelo. Su sociedad se rompió, y la fabricación de estos lápices quedó a cargo de Mordan, quien debió interrumpir su trabajo tras un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial.
Como suele suceder en estos casos, otros inventores no tardaron en patentar sus propias versiones del portaminas, generalmente con cambios que ofrecían diversas mejoras. Así, a lo largo de cinco décadas el público fue recibiendo diferentes modelos de portaminas. En el año 1877 aparecieron los que tenían resortes en su mecanismo y recién en 1895, los que tenían una tapa extraíble para quitar la mina.
Además de las características de sus partes internas, el diámetro de la mina también fue cambiando con las décadas de innovación, para ofrecer una variedad cada vez mayor. Como dato curioso, el portaminas es especialmente popular en Japón, donde llegó en el año 1915 bajo el nombre de lápiz eternamente afilado.