Del latín susceptibĭlis, el adjetivo susceptible tiene dos grandes usos. Por un lado, hace referencia a quien es quisquilloso, demasiado delicado o que es fácil de ofenderse con cualquier pretexto. Por ejemplo: «Tu hermana es muy susceptible: le dije que bajara un poco la voz y se enojó», «Odio cuando te pones susceptible y haces un escándalo por todo», «Yo no soy susceptible, pero no puedo aceptar que me digan algo semejante».
Susceptible también está vinculado a aquello capaz de recibir impresión o de ser modificado por algo o alguien: «Las condiciones de la promoción son susceptibles de modificación sin previo aviso», «Este reloj es susceptible al agua: hay que tener cuidado que no se moje».
El individuo susceptible y la fragilidad emocional
La utilización más habitual de este concepto se refiere a las personas sensibles que son frágiles emocionalmente y que, por lo general, tiene baja autoestima. Estos sujetos necesitan ser el centro de atención y están convencidos de que todas las personas hablan constantemente sobre ellos.
No obstante, existen otros muchos síntomas que vienen a dejar patente que un hombre o una mujer en concreto tienen una personalidad susceptible. Así, por ejemplo, también se caracterizan por ser individuos excesivamente exigentes consigo mismos, nunca tienen la capacidad para reconocer sus fallos y errores, ignoran cualquier tipo de halago y desconfían de ello, son egocéntricos…
¿Qué más señas de identidad les definen? Entre ellas están el que necesitan de manera imperiosa y exagerada la aprobación de los demás, suelen tener matices agresivos, no poseen capacidad para escuchar, no aceptan las críticas bajo ningún aspecto y además no cuentan con conocimiento de sí mismos.
La importancia de la autoestima
Una de las formas que los expertos tienen claro que existen para reducir ese nivel de susceptibilidad en cualquier persona es mejorando su autoestima. Ese proceso se tiene que sustentar, de manera irremediable, en la reducción de la autocrítica, en la profundización del conocimiento personal, en la aceptación de cómo es uno y también en el respeto hacía sí mismo.
Esa consecución de una autoestima mucho más elevada y positiva pasa también por no ser tan exigente, por evitar siempre el perfeccionismo y por ver el lado positivo tanto de las cosas buenas como de las malas que forman parte de uno.
De la misma manera también es importante saber tratar a una persona susceptible. En ese caso, hay que ser cauteloso y moderado a la hora de realizarle críticas, elogiarle sus aciertos y virtudes y, sobre todo, ayudarle a ver las cosas desde un punto de vista más positivo.
Formación de una personalidad susceptible
La susceptibilidad suele desarrollarse a partir de una educación muy estricta, donde las cosas positivas no son premiadas y los errores se castigan con dureza. Esta situación hace que la persona se sienta cuestionada en todo momento y en cualquier circunstancia.
Al interiorizar una forma de vida que incluye críticas y castigos constantes, el individuo susceptible no logra disfrutar de los aspectos positivos de su existencia, se cuestiona por sus limitaciones y no logra relajarse (ya que, en definitiva, está esperando que llegue el castigo desde cualquier lugar), volviéndose agresivo aunque sin notarlo.