Vitalicio es un adjetivo que hace referencia a algo que dura desde que se obtiene hasta el final de la vida. Puede tratarse de un cargo, de una membresía o de una renta, entre otras cuestiones.
Por ejemplo: “Augusto Pinochet buscó la impunidad a través de su jura como senador vitalicio de Chile”, “Mi padre es socio vitalicio del club y puede ingresar gratis a ver los partidos”, “El presidente de la corporación aceptó alejarse de la gerencia pero a cambio acordó una renta vitalicia”.
Cargos vitalicios
La figura de senador vitalicio se creó como una prerrogativa para los ex presidentes de una república. Esto supone que, tras dejar de su cargo, asumen como senadores sin que exista una elección o un periodo previsto para la finalización de su mandato. Este cargo, sin embargo, fue eliminado de la mayoría de las constituciones.
Algunas figuras históricas, por otro lado, apelaron al cargo de presidente vitalicio. Este título fue asumido por dictadores que intentaron eliminar cualquier tipo de límite temporal a sus mandatos. También se crearon otros cargos similares, como cónsul vitalicio (Napoleón Bonaparte).
El primer presidente que buscó, a través de volver su título vitalicio, que su autoridad jamás fuera disputada, fue el propio Julio César, en la época de la República romana. Corría el año 45 a. C. cuando el mítico dictador se autoproclamó perpetuo. Cabe mencionar que en sus orígenes, dicho cargo podía ocuparse por un plazo máximo de medio año.
Varios siglos más tarde, el líder francés Napoleón Bonaparte siguió sus pasos para convertirse en el primer cónsul vitalicio, específicamente en 1802. A partir de ese momento, fueron muchos los dictadores que imitaron estas iniciativas; algunos tomaron la decisión para saciar sus ansias de poder, mientras que otros fueron designados por sus súbditos, por legisladores que no contemplaban la posibilidad de negarse a la voluntad de sus superiores.
Ejemplos históricos
Cabe mencionar que un gran número de los líderes que accedieron al cargo de presidente vitalicio no llegaron a concluir sus mandatos junto con sus vidas, dado que en algunos casos fueron destronados o bien asesinados. Algunos ejemplos de «finales felices» fueron Josip Broz Tito, Francisco Franco, François Duvalier, Rafael Carrera y Turcios, José Gaspar Rodríguez de Francia y Saparmyrat Nyýazow. Por otro lado, se sabe que Mobutu Sese Seko fracasó en su intento de eternizar su cargo como presidente del Estado de Zaire a comienzos de la década de 1970.
Otros personajes han gozado de mandatos muy extensos, como Fidel Castro y Kim Il-sung, presidentes de Cuba y Corea del Norte, respectivamente, y a menudo se los cita como exponentes de presidencia vitalicia. En el caso de Il-sung, la influencia que ejerció sobre su pueblo parece ser descomunal: tras su fallecimiento, el gobierno lo nombró presidente eterno y quitó el puesto de presidente de la constitución norcoreana. Como no puede haber un sucesor, dado que Kim Il-sung reinará por siempre desde el más allá, sus poderes se han dividido nominal y efectivamente entre los presidentes de la Suprema Asamblea del Pueblo, el primer ministro, y de la Comisión Nacional de Defensa.
Estos cargos políticos son desarrollados con la intención de eternizar el ejercicio del poder y atentan contra la libertad de los pueblos. La mayoría de las democracias incluyen leyes que exigen la alternancia de los gobernantes, para evitar que una persona o un sector social se perpetúe en el poder y haga uso del aparato estatal en su propio beneficio.
Otro uso del término vitalicio
En el lenguaje cotidiano, el adjetivo vitalicio también se utiliza para nombrar a alguien o algo que parece perpetuarse en una misma situación, incluso en tono de burla o con poca seriedad.
“Mi hijo volvió a reprobar: creo que ya es estudiante vitalicio” y «Soy un enamorado vitalicio» son frases que evidencian este uso.