Las películas y la música de Estados Unidos suele protagonizar el xenocentrismo en muchos países que adoran su cultura.
Se llama xenocentrismo a la tendencia que consiste en privilegiar las ideas, las costumbres y las creaciones de una cultura que no es la propia. Se trata de lo opuesto al etnocentrismo, que implica ubicar la cultura de uno en una posición de superioridad frente al resto.
TemasMotivos del xenocentrismo
Existen diversos motivos que propician el xenocentrismo. En ocasiones aparece como una forma de rebelarse contra la sociedad, cuando la persona elige las manifestaciones culturales de una comunidad ajena a modo de oposición. El xenocentrismo también puede deberse a motivos políticos o a las raíces familiares.
Hay quienes señalan a los países cuyos productos y costumbres se imponen en el extranjero de «invasores», pero la responsabilidad la tiene quien decide adoptar lo externo por encima de lo interno. Los ejemplos más comunes de xenocentrismo tienen a Estados Unidos como país de referencia: sus películas, sus series de televisión, sus personajes destacados en la música y la actuación, e incluso sus políticos suelen recibir mucha más atención en diferentes países que los propios. Una noticia acerca del presidente estadounidense por lo general genera un mayor interés que una del propio presidente.
Podemos preguntarnos como hemos llegado a este punto, qué ha hecho dicho país para ubicarse por encima de tantos otros. Con respecto al cine y la música, podríamos argumentar que Estados Unidos es uno de los países que más apuestan por sus productos nacionales, tanto para su difusión interna como en el resto del mundo. Sin embargo, el hecho de que los demás prefieran sus productos no es únicamente mérito suyo, ni mucho menos su responsabilidad, sino que en todo caso se deberá a una falta de apreciación de estos últimos por lo propio.
Sea como sea, el encantamiento que generan ciertos países en el exterior es un fenómeno innegable y muy interesante desde un punto de vista sociológico.
Ejemplos cotidianos
Es posible detectar el xenocentrismo en aquellos consumidores que optan por productos extranjeros en lugar de los elaborados en su país. Incluso cuando los bienes locales resulten mejores en cuanto a funcionalidad y calidad o más convenientes en lo referente al precio, el xenocentrismo lleva a preferir los artículos foráneos.
Supongamos que un hombre elige comprar frutas importadas. No le importa que, a pocos kilómetros de su casa, haya productores locales. Aunque puede adquirir la misma fruta más barata, el xenocentrismo lo empuja a buscar alimentos provenientes de otro país.
Otro ejemplo de xenocentrismo aparece en una mujer que solo mira películas de Hollywood, ya que opina que el resto son aburridas. Por más que existan filmes de otros lugares que son un éxito de taquilla y de crítica, ella no está dispuesta a darles una oportunidad.
El xenocentrismo suele asociar la excelencia de ciertos productos a ciertos países, como ocurre con los coches alemanes.
El mito del buen salvaje
Muchas veces se utiliza el mito del buen salvaje para mostrar cómo funciona el xenocentrismo. Este tópico se asocia a una corriente del pensamiento europeo que destaca las supuestas bondades de los pobladores aborígenes de América, que según esta postura vivían en armonía y solidaridad hasta la llegada de los conquistadores ambiciosos que se aprovecharon de ellos.
La relación entre las bases del xenocentrismo y este mito se puede apreciar en la falta de información para apoyar la idea de que aquello que desconocemos, que viene de otro sitio, es mejor que lo conocido. Se trata de una forma básica de generalización que, dependiendo del caso, puede o no tener una intención negativa más allá de las consecuencias que provoque. Creer que el ser humano «primitivo» no conocía la maldad puede parecer una idea positiva, pero en el fondo es tan falta de fundamento como asumir que los productos extranjeros son superiores a los nacionales.
