Si consultamos el diccionario de la Real Academia Española (RAE), no encontraremos referencias al concepto de agroecosistema. Esta noción, sin embargo, tiene un uso bastante extendido en nuestra lengua.
Un agroecosistema es un ecosistema alterado por el hombre para el desarrollo de una explotación agropecuaria. Está compuesto por elementos abióticos y bióticos que interactúan entre sí.
Los factores bióticos y abióticos
Los elementos o factores bióticos son aquellos organismos vivos que se encuentran en plena interacción, como ser los animales y las plantas; dichas interacciones también forman parte de este concepto y son objeto de estudio de la ecología. Uno de los parámetros más importantes a tener en cuenta es el lugar en el que se producen: todas deben compartir un mismo ecosistema.
Las relaciones que establecemos los seres vivos, entendidas como un factor biótico, condicionan nuestra existencia. En el caso de los agroecosistemas, dado que se basan en la explotación antinatural de un terreno, la repercusión no sólo alcanza nuestro círculo sino el de los demás seres vivos, así como el humo de los cigarros afecta a los fumadores pasivos. A grandes rasgos, podemos distinguir entre los siguientes tipos de elementos bióticos: individuo, población, comunidad, productores, consumidores y descomponedores.
Por otra parte, los elementos o factores abióticos son los que le dan al ecosistema sus características de tipo físicoquímicas, entre las cuales se encuentra la luz, la humedad y la temperatura. Sobra decir que su importancia para el desarrollo de la vida y el equilibrio de la ecología es considerable; por ejemplo, de ellos depende la distribución de los seres vivos a lo largo y ancho del Planeta, así como su adaptación a cada ecosistema, razón por la cual toda acción por parte del ser humano que los afecte también tiene consecuencias en los factores bióticos.
Sostenibilidad de un agroecosistema
Los agroecosistemas apuntan a alcanzar una cierta estabilidad (a través de la gestión de las condiciones ambientales) y a ser sustentables o sostenibles (para que la explotación pueda seguir desarrollándose con el paso del tiempo sin que se agoten los recursos).
La mayoría de los ecosistemas se han transformado en agroecosistemas ya que, para su desarrollo, el ser humano suele modificar la naturaleza con la intención de favorecer la explotación de los recursos y la obtención de alimentos. Dichos cambios alteran los procesos ecológicos, afectando desde las características de las plantas hasta el comportamiento de los animales.
Efectos de la explotación del planeta
Como puede apreciarse, la Tierra no está preparada para el grado de explotación al que la somete el ser humano. Una de las razones es la sobrepoblación de nuestra especie, que acarrea la necesidad de un volumen de producción agrícola colosal en comparación con el que habría si supiésemos limitar nuestra natalidad, así como lo hacen todas las demás especies.
En los agroecosistemas también se produce una alteración de los flujos energéticos. Es habitual que el hombre deba aportar fuentes de energía al ecosistema para que éste pueda subsistir.
Los agroecosistemas y la diversidad biológica
El desarrollo de agroecosistemas muchas veces apunta contra la diversidad biológica. Supongamos que, por la rentabilidad que ofrece el cultivo, una región se vuelca a la producción de soja. De este modo, los productores rurales comienzan a cambiar las características del terreno para limitarse al cultivo de esta planta. Con los años, el agroecosistema creado será muy diferente al ecosistema natural, con una predominancia de la soja en detrimento de otras especies que antes crecían en el lugar.
Por otro lado, las alteraciones antes mencionadas que el ser humano provoca en el terreno y, por defecto, en el clima, también repercuten negativamente en el resto de las especies animales. Expandir o disminuir de forma artificial y forzada el crecimiento de una determinada planta acarrea muchos cambios para quienes no deseaban o esperaban dichos cambios, es decir, para todos menos para el hombre.