Amistad es una palabra cuyo origen etimológico no ha podido ser determinado con exactitud. Hay quienes afirman que proviene del latín amicus («amigo»), que a su vez derivó de amore («amar»). Sin embargo, otros estudiosos afirman que amigo es un vocablo griego compuesto por a («sin») y ego («yo»), por lo que amigo significaría «sin mi yo». En todo caso, la amistad es una relación afectiva entre dos personas y una de los vínculos interpersonales más comunes que la mayoría de los seres humanos tienen a lo largo de su vida.
La amistad involucra diversos sentimientos, donde un amigo acude al otro en busca de confianza, amor, consuelo, respeto, apoyo y compañerismo, por ejemplo. Estas relaciones se presentan en todas las etapas de la vida, aunque con distintos grados de importancia y trascendencia. Se dice que hay amistades que nacen a los pocos minutos de comenzada una relación, y otras que pueden tardar años en consolidarse.
La amistad y el acompañamiento
Cuando se habla de amigo, se hace referencia a esa persona que no sólo comparte con uno los mejores momentos de la vida sino también los peores. Más exactamente se considera que precisamente alguien demuestra su amistad cuando está junto a ese amigo que está atravesando enfermedades, pérdidas, desconsuelo, una ruptura sentimental, una grave situación económica…
Precisamente esto es lo que sirve para dejar bien patente la diferencia entre amigo y conocido, pues muchas son las personas que tienden a confundir ambos términos. Así, el conocido es aquel individuo que está presente en la vida pero sólo en los determinados momentos, no es quien está al lado cuando el otro la pasa mal ni cuando necesita un hombro para llorar.
De un amigo, por lo tanto, se espera fraternidad, comprensión y solidaridad. La amistad es una especie de hermandad donde hay un compromiso de reciprocidad: así como uno espera recibir apoyo emocional y compañía constante, también tiene que estar dispuesto a darlo.
Con un conocido, en cambio, se pueden compartir risas, una conversación y momentos de felicidad, pero sin que exista una gran cercanía ni intimidad.
El concepto en el arte
A lo largo de la historia del cine, el arte, la literatura o la televisión se han contado grandes historias de amistad como, por ejemplo, la que Miguel de Cervantes plasmó entre su hidalgo Don Quijote y su siempre fiel Sancho Panza. Y lo mismo sucede con los dos de los personajes más célebres del escritor inglés Arthur Conan Doyle: Sherlock Holmes y el Doctor Watson.
En el caso de la pequeña pantalla tenemos a la serie «Friends» que, como reza su título, gira entorno a las relaciones que se establecen entre seis amigos treintañeros que viven en Estados Unidos.
Por su parte, en el cine nos encontramos con la película que tiene por título «Amistad». El gran cineasta Steven Spielberg fue quien dirigió la misma que nos acerca a un caso real: el motín en 1839 de más de cincuenta esclavos negros que viajaban a bordo del barco «La Amistad».
Distintos tipos de relaciones de amistad
Las relaciones de amistad pueden existir, incluso, entre dos especies diferentes. Por eso se dice que el perro es el mejor amigo del hombre, en referencia al vínculo afectivo que puede constituirse entre un Homo sapiens y este animal.
Entre los componentes que forman una amistad, puede mencionarse el agrado al compartir actividades, el entendimiento mutuo, la simpatía, la sinceridad y el interés y la preocupación por el otro.
Cabe destacar que, en ocasiones, la presencia física no es condición indispensable para la amistad. Por eso existen numerosas amistades desarrolladas por correspondencia o, en la actualidad, a través de Internet.
El paso del tiempo
A partir de las experiencias compartidas, quienes tienen una amistad extensa suelen guardar numerosos recuerdos y anécdotas. A medida que pasa el tiempo, de hecho, es habitual que los encuentros giren en torno a recordar viejos tiempos.
Tomemos el caso de dos individuos que se hacen amigos en la escuela secundaria. Una vez que se gradúan, dejan de tener un contacto diario ya que cada uno continúa sus estudios en diferentes instituciones. Sin embargo, mantienen el vínculo. Ambos se casan, tienen hijos, desarrollan distintas carreras laborales, etc., pero siempre siguen hablando y encontrándose con cierta periodicidad.
En dichos encuentros, lo más probable es que siempre terminen hablando de las aventuras que tuvieron en su adolescencia y recordando a antiguos compañeros. Por supuesto, siguen generando nuevos momentos felices, aunque lo vivido supone una huella imborrable.
En otros casos, por el contrario, una amistad puede disolverse, incluso sin que se produzca una pelea. Múltiples motivos pueden propiciar un distanciamiento, haciendo que el contacto sea cada vez menos fluido hasta que finalmente desaparece. Puede considerarse que, frente a esta realidad, la amistad deja de existir, independientemente de los sentimientos que se guarden o de que, eventualmente, pueda retomarse la relación.