El vocablo latino artĭfex llegó a nuestro idioma como artífice. Así se denomina al individuo que crea o desarrolla algo.
Es habitual que el concepto se emplee respecto a la ejecución de una obra con pericia o maestría. En este marco, muchas veces la idea de artífice aparece como sinónimo de artista o de autor.
Por ejemplo: “El artífice de la victoria fue el capitán del equipo, que anotó dos goles en los últimos quince minutos del partido”, “El diplomático fue reconocido como artífice de la paz”, “Según explicó el artífice del edificio, su intención fue realizar un homenaje a la naturaleza a través de las formas y los materiales empleados en la construcción”.
Tomemos el caso de una organización no gubernamental (ONG) que se dedica a la protección del patrimonio histórico de una ciudad. Cuando se anuncia un proyecto para demoler una casa del siglo XIX y, en su lugar, construir un rascacielos, esta entidad inicia una campaña para detener la iniciativa. Luego de impulsar manifestaciones, dar entrevistas en los medios de comunicación y tener reuniones con las autoridades, consiguen que el proyecto se suspenda. Puede decirse, por lo tanto, que la ONG fue artífice de la cancelación del emprendimiento.
Supongamos ahora que un dirigente que aspira a presidir un club de fútbol anuncia, en campaña, que si es elegido contratará a un reconocido entrenador y a varias figuras para aspirar a conseguir el campeonato. Una vez que se impone en las elecciones e inicia su mandato, cumple con su promesa y realiza las contrataciones; meses más tarde, el equipo se consagra campeón. Frente a esta realidad, los periodistas señalan al presidente como principal artífice del logro.
Dicho todo esto, hemos apreciado las dos grandes acepciones del término artífice: el individuo que es causa de algo, es decir, el autor de una obra; alguien que lleva a cabo una obra con destreza. En el diccionario de la Real Academia Española también nos indican una acepción que ha caído en desuso: persona con una especial habilidad para conseguir lo que se propone.
Si bien esta palabra se usa en el habla cotidiana en algún contexto relativamente formal, no es tan común como autor, por ejemplo. Entre sus otros sinónimos, podemos destacar los siguientes: promotor, creador, artesano y virtuoso. Así como sucede con otros muchos términos, éste no cuenta con antónimos ya que si alguien no es el autor de una obra eso no quiere decir que sea lo contrario, sino que puede ser un colaborador, un observador o incluso no estar relacionado con ella de ninguna manera.
Claro que podríamos argumentar que en el contexto de un problema como los citados en los ejemplos anteriores, aquellas personas que podrían haber hecho algo para ayudar a los demás pero se quedan de brazos cruzados demuestran una actitud prácticamente opuesta a la del artífice. Retomemos por un momento el caso del edificio antiguo que una empresa planea demoler para erigir un rascacielos; si dentro de la ONG que finalmente detiene el proyecto hay algunos colaboradores que conocen desde el primer momento una herramienta legal para resolver el problema pero, por diferentes motivos, no la utilizan, su omisión es opuesta a los esfuerzos de quienes sí defienden el patrimonio arquitectónico.
Si bien no existe un único término con el cual describir esta actitud para oponerla perfectamente al significado de artífice, como si se tratara de dos extremos, siempre se puede recurrir a expresiones que denoten su falta de compromiso y que resalten el contraste con las acciones de quienes sí actúan en pos del objetivo: «A diferencia de la absoluta inactividad de Juan, Marta se movió desde el principio y por eso la consideramos la artífice de la cancelación».