La confianza de una persona en sí misma para superar las adversidades y los desafíos recibe el nombre de autoeficacia. El concepto alude a creer en las capacidades propias para enfrentar distintas situaciones y alcanzar las metas.
Afrontar los retos
El psicólogo canadiense Albert Bandura es señalado como el creador de la idea de autoeficacia. De acuerdo a los especialistas, existen recursos y mecanismos que pueden contribuir al desarrollo de la autoeficacia.
Es importante tener en cuenta que la autoeficacia incide en cómo se afrontan los retos. La actitud del individuo y la conducta que adopta están vinculadas a su creencia respecto a las posibilidades de éxito.
Puede relacionarse la autoeficacia a la autoestima y al autoconcepto. Aunque estos términos refieren específicamente a distintas cuestiones, los tres tienen que ver con la percepción y la valoración de uno mismo.
Respuesta ante los objetivos
Las habilidades cognitivas, las capacidades y las actitudes de los sujetos forman su yo. La respuesta individual frente a los acontecimientos depende de la percepción que, a su vez, está dada por la construcción del yo. La autoeficacia es la fe que alguien se tiene para cumplir sus objetivos en un entorno específico.
Frente a un objetivo que se desea conseguir, un ser humano puede posicionarse de diferentes maneras. Hay quienes ni siquiera actúan ya que piensan que fracasarán y otros que abandonan el recorrido antes de completarlo. La autoeficacia, por el contrario, permite iniciar el trayecto con la actitud necesaria para no dejar de avanzar, ya que se espera el triunfo. Por eso es importante centrarse en la autoeficacia desde la niñez.
Aprendizaje social
Esta teoría explica la forma en la que los seres humanos adquirimos nuevas habilidades que luego desarrollamos de manera exclusiva o casi exclusiva en un grupo social. Este tipo de aprendizaje está ligado a los resultados de nuestras interacciones dinámicas en dichos entornos (si fracasamos o tenemos éxito) y nos impulsa a desarrollar prácticas y habilidades de tipo individual y emocional, además de percibirnos a nosotros mismos de forma precisa y aceptar a quienes nos rodean.
De acuerdo con la teoría del aprendizaje social, los seres humanos podemos aprender de los demás por medio de diferentes mecanismos: observándolos, imitándolos y tomándolos como modelos a seguir. La autoeficacia nos permite entender qué habilidades podemos brindar a los otros integrantes de nuestros grupos sociales.
Autoeficacia y función
Por lo general, evitamos aquellas tareas para las cuales tenemos un bajo grado de autoeficacia, priorizando en cambio las opuestas. Claro que también hay casos en los cuales nuestra percepción se encuentra considerablemente distorsionada: si nos creemos demasiado capaces, tarde o temprano la realidad nos hará daño; si nos despreciamos, es probable que nunca sepamos cuánto valemos.
Estos dos extremos de la autoeficacia son relativamente comunes, y todo comienza con una falta de orientación en la infancia. Nuestros mayores tiene la responsabilidad de enseñarnos a encontrar nuestras habilidades y a valorarlas de forma razonable, no para exhibirlas sino para aprovecharlas en nuestro desarrollo. De todos modos, dado que el perfecto equilibrio es inalcanzable, los investigadores consideran que el nivel ideal de autoeficacia se encuentra ligeramente por encima de la realidad. En otras palabras, es preferible un pequeño exceso de autoestima que una carencia.
Las consecuencias de la extrema autoeficacia no son tan fáciles de predecir, ya que en ambos sentidos pueden tener resultados similares. Se espera que alguien con alta autoeficacia no tenga miedo a los desafíos, pero también puede perder la motivación con más facilidad que los demás, por sentir que está por encima de todo. De modo similar, la baja autoeficacia puede desmotivarnos, pero también impulsarnos a mejorar para luchar contra ese supuesto destino de fracaso.