La autogestión permite dejar atrás los trámites presenciales.
La idea de autogestión hace mención a la capacidad de gestionar algún asunto por cuenta propia. El concepto tiene diferentes usos específicos de acuerdo al contexto.
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En el terreno de la economía, la autogestión puede referirse al sistema de organización en el cual las decisiones de una empresa son tomadas por los trabajadores. Por lo general se trata de cooperativas donde no hay patrones.
Una compañía autogestionada es dirigida por sus trabajadores. Quienes realizan las tareas indispensables para el funcionamiento también son los que se encargan de tomar las decisiones estratégicas.
Algunos ejemplos
La noción de autogestión aparece con frecuencia en el campo de los profesionales autónomos o freelance. Tomemos el caso de un diseñador gráfico que ofrece sus servicios a través de Internet. Esta persona se encarga de la autogestión de su negocio: busca clientes, establece los honorarios, realiza los diseños, entrega los trabajos, se encarga de los cobros y desarrolla las tareas administrativas necesarias.
Una banda de rock que apuesta por la autogestión, en tanto, no está atada a contratos con discográficas ni representantes. Los propios músicos solventan la edición de sus álbumes y establecen acuerdos con los dueños de los lugares donde se presentan en vivo.
Al día de hoy, la autogestión es algo muy común, ya que nuestra relación con Internet nos convierte en pequeños empresarios de forma casi automática. Cualquier persona puede contar con su propio canal en YouTube, abrir una tienda con pasarela de pago y un blog para promocionar sus productos y servicios, todo esto de forma absolutamente gratuita. Sin embargo, el gran desafío de la autogestión es no tener una guía, una persona que nos aconseje con su experiencia, que articule nuestra jornada de trabajo con sus exigencias, que trate con los clientes o cierre tratos excelentes con los proveedores: todo eso, y más, debemos hacerlo nosotros mismos.
Autogestión para trámites
La autogestión, por otro lado, puede asociarse a la posibilidad de concretar trámites en la Web sin necesidad de recurrir a un espacio físico. Muchos organismos gubernamentales cuentan con plataformas online donde los ciudadanos pueden descargar y pagar boletas, cumplir con obligaciones formales, actualizar sus datos, etc. En estos casos, es habitual que los usuarios deben habilitar una clave para operar con seguridad.
Si bien todavía no es posible realizar cualquier trámite mediante la autogestión, muchos se aceleran de forma considerable gracias a este modo de realizarlos. Comencemos por el punto que más se diferencia con respecto al pasado: no requiere que salgamos de casa para hacerlos. Esto puede representar un gran beneficio para quienes viven muy lejos de las oficinas o, mayor aún, para las personas con ciertas discapacidades que les dificultan la movilidad.
Uno de los desafíos de la autogestión es la organización de las tareas y del tiempo.
Hacer un trámite a través del ordenador, el teléfono o una tableta no sólo nos da la comodidad de no tener que estar presentes en un edificio determinado, sino que nos permite trabajar desde cualquier parte del mundo. Pensemos en las horas que en el pasado invertíamos para inscribirnos en ciertos organismos o para renovar ciertos documentos: no sólo debíamos preparar minuciosamente todo el material, como ser fotografías con dimensiones específicas, sino conseguir y cumplimentar los formularios, pedir permiso en el trabajo o la facultad para ausentarnos, llegar a la madrugada a la oficina para no perder el turno, etcétera.
Como si todo esto fuera poco, la autogestión elimina por completo las filas, las salas de espera, la posibilidad de perder el turno. Ya no tenemos que pasar frío o calor, soportar la clásica insolencia del personal de atención al público cuando hacemos una pregunta cuya respuesta es crucial para nosotros ni tampoco la frustración de descubrir que nos falta una página, una foto, una fotocopia, y que solamente por eso deberemos pedir un nuevo turno, un nuevo permiso y volver otro día.
