Un barbijo es una mascarilla, una máscara que permite cubrir la nariz y la boca a modo de protección contra agentes patógenos o nocivos. Éste es el uso que se le da al término en Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia. Se trata de un término que proviene de barba, el sector de la cara que se encuentra debajo de la boca.
Es importante señalar que, como la noción de barbijo se asocia a la barba, hay quienes fomentan el uso de la expresión tapaboca o cubreboca para especificar que la boca debe quedar cubierta, al igual que la nariz. De hecho, mucha gente lo utiliza dejando descubiertas las fosas nasales para poder respirar con mayor comodidad, echando a perder su efecto.
Función
La función del barbijo es minimizar las probabilidades de que la persona inhale o exhale partículas infecciosas o que puedan causar daño a ella o a su entorno. De este modo, resguarda a quien lo utiliza y también ayuda a cuidar la salud de los demás.
Los barbijos son utilizados por médicos, enfermeros y otros trabajadores de la salud. Con la pandemia de coronavirus, su uso se extendió a la población en general ya que, de acuerdo a muchos expertos, contribuyen a reducir la propagación del virus.
La mayor efectividad del barbijo se da en el bloqueo de los eventuales virus y bacterias que podría expulsar por la boca y/o por la nariz el propio usuario. Dicho de otra manera: si un sujeto infectado lleva barbijo, las probabilidades de que contagie a otro se reducen debido a que esta mascarilla funciona como barrera física.
Esa misma barrera además puede impedir que los virus y las bacterias ingresen al organismo de la persona, aunque en este caso la efectividad es menor. Otra ventaja que ofrece el barbijo es que le impide al usuario tocarse la boca y la nariz, imposibilitando de este modo la transferencia del patógeno.
Historia
La historia del barbijo es muy interesante y se remonta a varios siglos atrás. Su origen y evolución se deben a diversas circunstancias a lo largo del tiempo. El uso de máscaras o cubiertas faciales para protegerse de enfermedades y contaminantes ha existido desde tiempos antiguos. En la antigua Roma, los médicos usaban unas fabricadas en cuero para evitar contagiarse de sus pacientes. Durante la época de la peste negra en Europa, en el siglo XIV, las máscaras tenían picos largos y llenos de hierbas aromáticas.
Sin embargo, el concepto moderno de barbijo tal como lo conocemos hoy en día se desarrolló principalmente en el siglo XIX. Durante este período, los médicos y científicos comenzaron a comprender mejor la transmisión de enfermedades a través de microorganismos y la importancia de la higiene en la prevención. En 1897, el médico alemán Carl Flügge realizó estudios sobre la propagación de enfermedades a través de pequeñas partículas expulsadas por la boca y la nariz. Sus investigaciones sentaron las bases para comprender la importancia de cubrir estos orificios para evitar la expulsión de gérmenes.
Posteriormente, durante la pandemia de gripe española en 1918, el uso de barbijos se generalizó como una medida de protección. Sin embargo, los que se utilizaron en aquel momento eran principalmente de tela y no tenían la misma eficacia y tecnología que los modernos. Con el avance de la ciencia, los diseños se fueron perfeccionando, dando lugar al surgimiento de diferentes tipos, como los quirúrgicos desechables y los de respiración N95, que ofrecen una mayor defensa contra partículas pequeñas, incluidos los virus.
Durante la pandemia de COVID-19, los barbijos se convirtieron en una herramienta crucial para prevenir la propagación del virus. Se demostró que su adecuado uso y el cumplimiento de pautas de salud pública puede reducir significativamente el riesgo de contagio.