Del latín cathedra (que, a su vez, tiene origen en un vocablo griego que significa «asiento»), la cátedra es la materia particular o facultad que enseña un catedrático (un profesor que ha cumplido con ciertos requisitos para impartir conocimientos y que ha alcanzado el puesto más alto en la docencia). El término también se utiliza para nombrar al empleo y ejercicio del catedrático.
Por ejemplo: «El jefe de cátedra aún no se ha presentado en la universidad», «La cátedra Gómez es la más difícil de Historia Latinoamericana», «El titular de esta cátedra es un investigador formado en Norte América, con amplia experiencia en trabajo de campo».
La noción de cátedra también se utiliza para nombrar al aula en un centro docente, al asiento elevado desde donde un maestro imparte clases y a la especie de púlpito con asiento donde los catedráticos explican los contenidos a los estudiantes.
El concepto en la religión y en el lenguaje coloquial
Para la religión, la cátedra es el sillón que ocupa el obispo en su catedral durante los oficios litúrgicos. Por extensión, suele conocerse como cátedra a las sillas de coro, los púlpitos, los confesionarios, la matriz donde reside el prelado o incluso la dignidad episcopal.
En el lenguaje coloquial, la cátedra está vinculada a un alto grado de conocimiento o de destreza, muchas veces vinculado al desempeño en un juego o deporte: «Préstame la raqueta, voy a dar cátedra sobre cómo se juega el tenis sobre cemento», «El jugador dio cátedra y marcó tres goles en veinte minutos», «No soporto a Ernesto cuando habla de política: siempre pretende dar cátedra, como si nosotros fuéramos tontos».
Libertad de cátedra
Se conoce con el nombre de libertad de cátedra a un derecho que resulta fundamental en el ámbito académico. Se trata del derecho a ejercer como docente Superior con total libertad, o sea, sin que límites doctrinales impidan el sano flujo del conocimiento y del debate.
Forma parte del concepto de libertad académica, el cual incluye también la libertad de todo docente de realizar trabajos de investigación y difusión, de expresar con total apertura las opiniones acerca de la institución de enseñanza o del sistema bajo el cual se desempeña, de luchar contra los intentos de censura y de formar parte de organizaciones académicas u órganos profesionales.
Es importante señalar que la libertad de cátedra tiene ciertos límites, así como ocurre en el resto de los casos. A menudo los medios de comunicación hacen públicas historias acerca de profesores universitarios que inculcan en sus alumnos fuertes ideas y opiniones anticonstitucionales, en su afán de transmitir una manera de pensar que consideran correcta; pero esto despierta un amplio debate.
Límites a la actividad docente
En primer lugar, el ejercicio de esta libertad por parte de los docentes debe realizarse dentro de un marco de fidelidad a la propia Constitución; en ningún caso se justifica una manifestación contraria a los valores por ella consagrados, aunque esto no significa que no sea posible criticar de manera racional sus preceptos, con el objetivo de incentivar a los alumnos a pensar por ellos mismos, a aceptar los mandatos a través del análisis.
Por otro lado, una correcta interpretación de la declaración de la libertad de cátedra subraya con claridad que se trata de la ausencia de barreras para ejercer la docencia dentro del marco de los contenidos relacionados con la materia objeto de enseñanza, lo cual no incluye el derecho a no trabajar, o a inculcar ideas ajenas al programa.
Del mismo modo, todo alumno tiene derecho a basarse en teorías y contenidos alternativos a los dictados por sus profesores, según lo establece la libertad de estudio, lo cual no debería repercutir negativamente en su vida académica. Esto puede interpretarse como otro de los límites de la libertad de cátedra, dado que su ejercicio no debería vulnerar los derechos de los estudiantes.