El adjetivo cefalópodo se utiliza en el ámbito de la zoología para calificar a un molusco marino que dispone de un saco con una abertura, a través de la cual sale su cabeza. En los cefalópodos, la cabeza se diferencia claramente del cuerpo y se encuentra rodeada por tentáculos con ventosas.
Es posible reconocer cerca de setecientas especies de estos animales invertebrados que pertenecen el conjunto de los cefalópodos. Entre ellas podemos nombrar a los calamares y los pulpos.
Más allá de las diferencias entre las especies, los cefalópodos comparten la particularidad de contar con un órgano conocido como pie junto a su cabeza. El pie se divide en una cantidad variable de tentáculos.
En los cefalópodos la concha, por lo general, desaparece, se vuelve interna o se achica. Otra particularidad de los cefalópodos es que cuentan con cromatóforos, células que se hallan en su manto y les permite modificar su color para lograr la mimetización con su entorno y comunicarse con otros individuos de su misma especie.
La secreción de tinta y un cuerpo muy flexible son otras propiedades que tienen los cefalópodos, en este caso con el objetivo de ocultarse de sus depredadores. Para cazar, estos animales apelan a ojos muy desarrollados que les conceden la visión nocturna.
Es importante mencionar que muchos cefalópodos forman parte de la dieta del ser humano. El pulpo a la gallega, por ejemplo, es un plato muy popular que presenta la carne de pulpo con aceite de oliva, sal y pimentón. Los calamares, por su parte, se pueden comer fritos, rebozados, guisados y de otras maneras. Curiosamente, hubo una época en la cual estos animales se encontraban en la cima de las cadenas tróficas del mar.
Evolución de los cefalópodos
La separación entre los cefalópodos y los demás moluscos tuvo lugar hace aproximadamente 500 millones de años, cuando aparecieron los primeros moluscos que tenían la capacidad de colmar de gas algunas partes de su concha para conseguir flotar. En la actualidad, ciertas especies de cefalópodos conservan esta habilidad, y en su momento les dio la posibilidad de ir más allá del fondo del mar, donde hasta entonces se encontraban sin otra opción, y así acceder a rutas tróficas nuevas más cerca de la superficie.
Según los descubrimientos más recientes en torno a su evolución, se estima que el origen de los cefalópodos es muy anterior a lo que se creía. Los primeros, que todavía habitaban zonas próximas a la costa, debieron aceptar un desplazamiento hacia el interior del mar por parte de seres vivos más avanzados, como ser los reptiles marinos y los peces.
Otro obstáculo que debieron enfrentar los primeros cefalópodos fue la imposibilidad de descender hasta el fondo marino desde la superficie, a causa de que su concha no soportaba la presión. A medida que surgieron generaciones con conchas de menor tamaño, fue posible acercarse más y más al fondo, algo que a su vez repercutió positivamente en su alimentación.
Como es de esperarse, la selección natural se inclinó a favor de estos últimos. Con el paso del tiempo, la concha de los cefalópodos disminuyó hasta que se volvió interna o desapareció. Hace alrededor de 470 millones de años ya aparecieron los coleoideos (una subclase de moluscos cefalópodos que en la actualidad incluyen a los pulpos, los calamares y las sepias, entre otros), y todavía existían algunos cefalópodos que ya se han extinguido.
De acuerdo con la teoría del meteorito que impactó con nuestro planeta hace 65 millones de años, gran parte de los cefalópodos se extinguieron en esa época. Los amonites son un claro ejemplo de los moluscos que dejaron de existir en ese entonces. Los únicos supervivientes fueron los nautiloideos y los coleoideos.