La idea de codependencia no forma parte del diccionario de la Real Academia Española (RAE). El concepto, de todos modos, es de uso frecuente en el terreno de la psicología.
Se habla de codependencia para aludir al trastorno psicológico caracterizado por una preocupación desmedida e inadecuada por la situación de otros individuos. La persona, de este modo, deja de lado sus inconvenientes y sus problemas para enfocarse en la resolución de los conflictos de alguien más.
La codependencia puede forjarse con una pareja, un amigo o cualquier miembro de la familia. Incluso esta condición puede desarrollarse respecto a una causa que atrae todo el interés y la inquietud.
El codependiente adopta un rol mesiánico y pretende salvar a aquel que padece una dificultad. De hecho, es habitual que busque forjar un vínculo con quien atraviesa un mal momento para así acudir a su rescate.
De acuerdo a los psicólogos, con la codependencia, el sujeto quiere que su presencia se vuelva indispensable. Cuando el otro no reacciona de la manera deseada, el codependiente experimenta una gran frustración que lo puede llevar a la depresión o a adoptar actitudes violentas, por ejemplo.
Puede decirse, en definitiva, que la codependencia afecta al hombre o la mujer que dedica su esfuerzo y su tiempo a solucionar las complicaciones de los demás, descuidando su propia situación. El codependiente, en este contexto, tiene tendencia a relacionarse con quienes sufren más contrariedades ya que pretende generar el hecho de posicionarse como un salvador, aún a costa de ignorar sus vicisitudes personales.
Para llegar a este punto es necesario que el sujeto haya vivido una serie de experiencias que lo hayan marcado muy profundamente. Con respecto al tipo de experiencias, dependen de cada individuo, aunque es posible generalizar que se trate de una falta de atención por parte de quienes eran responsables de protegerlo a lo largo de su infancia, algo que lo lleva a intentar reparar ese daño haciendo exactamente lo contrario con otra persona: protegerla demasiado, incluso si no se lo pide.
Como se menciona en un párrafo anterior, la falta de gratitud por parte de la persona que recibe su ayuda o bien las diferencias en los resultados con respecto a lo que haya planeado desde un principio pueden generarle una gran frustración y llevarlo a actuar de diversas maneras, incluso opuestas a sus intenciones originales. La complejidad de una relación en la que tenga lugar la codependencia es potencialmente considerable, en especial cuando se trata de la primera en la vida de quien se obsesiona con ayudar a la otra.
Es muy difícil anticiparse a sus reacciones y acciones, en particular si alcanza ese punto en el que se vuelve violento contra su supuesto receptor de ayuda. El sujeto puede experimentar un vacío aparentemente imposible de llenar si ve que la otra persona no sale de su pozo, porque en ella había depositado todas sus esperanzas de salvarse a sí mismo, de vivir a través de ella lo que no pudo en su pasado, y esto le supone un doble fracaso.
Todo esto nos demuestra que los individuos que ponen en práctica la codependencia no tienen malas intenciones sino que no pueden pensar o actuar con la mente despejada. Por esta razón y también por la seguridad de quien puede llegar a convertirse en víctima de sus agresiones, se recomienda acudir a un profesional de la salud mental en cuanto detectemos ciertas actitudes de tipo obsesivas por parte de alguien que se presente como nuestro salvador. Los signos más claros son una iniciativa espontánea por su parte de ayudarnos incluso antes de que se lo pidamos y una insistencia que no acepta un no como respuesta.
