El término concilio, cuyo origen se encuentra en el vocablo latino concilium, alude a una reunión que se lleva a cabo con el objetivo del tratamiento de algún asunto de interés. También se llama concilio a los documentos que surgen de dicho encuentro.
Por ejemplo: “El empresario uruguayo se sumará al Concilio Mundial de Organizadores de Espectáculos Musicales”, “El Concilio de Carson se reunirá mañana con el objetivo de resolver el conflicto”, “Desde la oposición plantearon la necesidad de crear un Concilio de Representación de los Jubilados y Pensionados”.
La idea de concilio suele hacer referencia a una junta de autoridades eclesiásticas de la Iglesia católica que tiene la finalidad de analizar y decidir cuestiones vinculadas a los dogmas.
La Iglesia católica, desde su creación y hasta el año 1054, celebró ocho concilios ecuménicos. A partir de esa fecha, se produjo una división entre Occidente y Oriente y desde entonces los concilios fueron convocados por la Iglesia occidental. Entre 1054 y la actualidad se realizaron otros doce concilios, convocados por el papa.
El concilio ecuménico más reciente de la Iglesia católica tuvo lugar entre 1962 y 1965 en el Vaticano. Conocido como Concilio Vaticano II, su convocatoria corrió por cuenta de Juan XXIII, a cargo de presidir la primera etapa, mientras que las últimas sesiones fueron lideradas por Pablo VI.
Los concilios nacionales (que se convocan con autorización del papa y están orientados al episcopado de una región) y los concilios provinciales (dirigidos por un obispo metropolitano) son otros concilios desarrollados por la Iglesia católica.
Concilio de Trento
Uno de los concilios ecuménicos más significativos de la historia de la Iglesia católica fue el de Trento, el cual se desarrolló a lo largo de veinticinco sesiones que se llevaron a cabo entre 1545 y 1563 en la ciudad de Trento, al norte del actual territorio italiano (en aquella época era una ciudad imperial libre, a cargo de un príncipe-obispo).
El papa Pablo III hizo su primer intento de celebrar este concilio en el año 1537, en Mantua, y después en Vicenza, al año siguiente, mientras buscaba llegar a un acuerdo de paz para Francisco I y Carlos V en Niza. Luego de varios obstáculos que lo obligaron a posponer la reunión, decidió convocar un Concilio General de la Iglesia a finales de 1545, que sirvió para trazar los alineamientos de las reformas del catolicismo (más tarde denominadas «contrarreformas»).
En dicha sesión estuvieron presentes cinco superiores generales y veinticinco obispos. La idea fundamental del concilio de Trento la plasmó la gestión de Francisco Torres, Alfonso Salmerón y Diego Laínez, tres destacados jesuitas; Pedro Guerrero, el obispo de Granada, fue el principal exponente de las normas prácticas; la inspiración para la filosofía del concilio, por otra parte, vine de Cardillo de Villalpando, un importante teólogo de España.
La última reunión del concilio de Trento se llevó a cabo en la época del Papa Pío IV. A lo largo de todos esos años se tomaron decisiones de suma importancia para la Iglesia católica, y una de las más relevantes fue aumentar los requisitos de excelencia para los candidatos al obispado: los obispos debían tener una conducta intachable, un historial libre de cualquier actitud inmoral y un nivel teórico muy alto.
Para alcanzar este último objetivo se crearon seminarios dedicados especialmente a la educación de los futuros sacerdotes. Otros de los puntos más destacados fueron la exigencia del celibato clerical, la imposición a los obispos de que residieran en sus diócesis y la imposibilidad de que acumularan beneficios. El concilio de Trento también impuso la necesidad de que la Iglesia mediara para alcanzar la salvación del ser humano y reafirmó la posición del Papa como autoridad máxima.