El término latino consĕquens, que deriva de consĕqui (traducible como “seguir”), llegó a nuestro idioma como consiguiente. Se trata de un adjetivo que califica a aquello que tiene una dependencia o puede deducirse de otro elemento.
Por ejemplo: “El cierre de la empresa y los consiguientes juicios laborales generaron una gran conmoción en el pequeño pueblo”, “Es necesario invertir para capacitar el recurso humano y, por consiguiente, mejorar la productividad”, “El consumo excesivo de este tipo de sustancias suele provocar un aumento en el nivel de azúcar con el consiguiente desequilibrio orgánico”.
La expresión “por consiguiente” se utiliza para unir dos términos cuando el segundo se genera como consecuencia del antecedente. Supongamos que un hombre insulta a su jefe y luego es despedido. Puede decirse que el trabajador le faltó el respeto a su superior jerárquico y, por consiguiente, fue echado de la empresa.
Un automóvil puede sufrir un fallo en sus frenos y, por consiguiente, chocar contra otro vehículo: el choque es una consecuencia de la falla. En un sentido similar, alguien puede fracturarse un brazo y, por consiguiente, necesitar atención médica. Existe un orden lógico en los términos ya que el automóvil no choca y luego se queda sin frenos, ni la persona acude al médico y después se fractura el brazo. La segunda acción es un efecto de la primera: es consiguiente a su antecedente.
Dos sinónimos muy comunes de esta expresión son por lo tanto y por tanto, las cuales se usan con mucha más frecuencia en el habla cotidiana que por consiguiente, aunque las tres aparecen más normalmente en la lengua escrita. No debemos olvidar que una parte muy importante del lenguaje la conforman los gestos y las interjecciones, una serie de movimientos, expresiones y sonidos con los cuales completamos las oraciones en la comunicación oral.
Muy a menudo, recurrimos al lenguaje gestual, a las interjecciones o a las pausas para expresar ideas de una cierta complejidad, ya sea por dificultad para acceder a las palabras adecuadas en medio de una conversación o bien por desconocerlas completamente. Por otro lado, se cree que ciertas palabras y expresiones son «demasiado formales» para ser usadas en un entorno tal como un grupo de amigos o familiares, en una situación cotidiana, y basta este prejuicio para relegar toda esa porción del idioma al papel, con la consiguiente complicación innecesaria de la comunicación oral.
Además de las alternativas recién expuestas a la expresión por consiguiente, en el habla cotidiana encontramos con mucha asiduidad el uso de así que como otro de sus sinónimos. Esta expresión no es propia de la lengua culta, pero eso no impide que la usen personas de varios contextos, en oraciones como las siguientes: «Hoy tengo que trabajar hasta tarde, así que no podré encontrarme contigo», «He leído todo el material, así que ya estoy listo para comenzar a trabajar».
Para las matemáticas, el término consiguiente aparece en ciertos textos antiguos como sinónimo de consecuente, una de las dos partes de una razón, la que complementa el antecedente. Una razón es una relación entre dos magnitudes que pueden ser comparadas; en pocas palabras, es una división o una resta entre ellas, y puede ser expresada en forma de fracción o de número decimal.
Si tomamos la razón 60/12, la cual puede ser leída como «sesenta es a doce», el antecedente es 60 y el consecuente (o consiguiente) es 12. Se habla de razón inversa, por ejemplo, cuando el consiguiente se pone en lugar del antecedente y viceversa.
En el terreno de la filosofía, por otra parte, se llama consiguiente a la proposición que resulta innegable cuando se admiten las premisas.