El vocablo francés coq (traducible como “gallo”) derivó en coquette, que llegó a nuestro idioma como coqueto. Así se califica al individuo que invierte tiempo y esfuerzo en mejorar su apariencia.
Por ejemplo: “Siempre fui muy coqueto, no me gusta estar desalineado”, “¿Otra vez vas a ir a la peluquería? No seas coqueto, nadie se va a fijar tanto en tu cabello”, “Mi madre tiene 90 años y sigue siendo coqueta”.
La persona coqueta hace todo lo que está a su alcance para lucir más atractiva. Por eso se esmera en su arreglo personal e intenta vestirse de manera elegante. Es habitual que los coquetos gasten mucho dinero en el peluquero y en el manicuro. También que compren con frecuencia productos cosméticos.
Supongamos que un hombre está viendo televisión en su casa cuando advierte que no tiene nada para comer. Esta situación lo lleva a tomar la decisión de salir de su hogar para ir a un mercado a comprar algunos productos. Antes de abrir la puerta, se afeita, se peina, elige con dedicación un pantalón, una camisa y un par de zapatos y se pone perfume. Recién entonces sale de su casa para realizar las compras. Podría decirse, por lo tanto, que se trata de un hombre coqueto: de lo contrario podría haber decidido vestirse y salir directamente.
Cuando este adjetivo se aplica a una cosa, hace referencia a que se encuentra bien cuidada. Un comercio coqueto es aquel que se destaca por su limpieza y por su decoración. Un jardín coqueto, por su parte, no presenta malezas, hojas secas ni suciedad.
El término coqueto no es muy usado en la actualidad para hacer referencia a las características de la personalidad expuestas en los párrafos anteriores, al menos no por la juventud, ya que en cada país y región de habla hispana la gente ha ido incorporando nuevos, o bien rescatando otros de las décadas pasadas.
El diccionario nos ofrece los siguientes sinónimos: acicalado, presumido, acogedor, agradable y mono. Si bien no se trata de palabras que puedan ser usadas para reemplazar coqueto en cualquier situación, reflejan algunos de los rasgos de los individuos coquetos con precisión; por ejemplo, el hecho de que se acicalen para verse agradables, y de que se vuelvan presumidos por el deseo de recibir halagos, tales como «¡qué mono estás!».
En la vida moderna, y no tan moderna, un complemento indispensable de la persona coqueta es el espejo, sin el cual no podría comprobar que cada centímetro cuadrado de su figura responde a sus estándares de higiene, orden y belleza. Casi todos dedicamos algunos minutos a mejorar nuestro aspecto frente al espejo, seamos o no vanidosos, ya que la denominada «buena presencia» es un requisito implícito en la sociedad; sin embargo, los coquetos no se conforman con esta etiqueta, y por eso pasan decenas de minutos arreglándose.
Nuestro idioma está lleno de curiosidades, que nos recuerdan lo importante que es sentir las palabras para comprender su significado e incorporarlas a nuestro vocabulario; el hecho de que uno de los nombres del mueble llamado tocador sea «coqueto», es un claro ejemplo de ello. Se trata de un conjunto formado por un escritorio con varios cajones y un espejo, usado para prepararse y perfumarse antes de salir.
El nombre tocador deriva del término tocado, o sea, el «arreglo de la cabeza», que puede ser un peinado o el uso de una prenda para cubrir la cabeza, como un paño, un sombrero o un casco, entre muchas otras opciones. El coqueto, por lo tanto, sirve para arreglarse antes de un evento en el cual queremos vernos agradables, y por eso nos permite reunir todos los utensilios y accesorios para mejorar nuestro aspecto en un solo lugar.