Una deidad es un ser al que se le atribuyen condiciones propias de una divinidad. El término, que proviene del vocablo latino deitas, se puede utilizar como sinónimo del dios o de los dioses de una religión.
Las deidades, por lo tanto, son seres sobrehumanos, que exceden a lo natural. Lo habitual es que las deidades sean adoradas, cuenten con fieles o seguidores y se les rinda tributo. Por ejemplo: «Visnú es una deidad de gran importancia para los hindúes», «Los investigadores han realizado nuevos descubrimientos sobre las deidades incas», «No conozco ninguna deidad del culto que profesan en este pueblo».
Representación y poderes de la deidad
La representación de las deidades varía según la religión, la cultura y la época. Mientras que en las religiones que creen en un único dios (es decir, que son monoteístas) se considera que atribuir una forma específica a la divinidad es una blasfemia, otras religiones le atribuyen apariencia de ser humano o de animal.
Por lo general, a las deidades se les imputan diversos poderes. Hay pueblos que consideran que sus deidades fueron las responsables de la creación del universo y de la humanidad y que actúan sobre la naturaleza y el destino.
El caso de Afrodita
Según la religión, los dioses olímpicos de la Antigua Grecia son los más importantes del panteón y habitaban en la cima del monte más imponente de Grecia: el Olimpo. Si bien nunca se coexistieron más de doce deidades (a veces denominadas los doce olímpicos), se conocen catorce en total, que pertenecieron a diferentes épocas.
Una deidad cuyo nombre es conocido por todos fue Afrodita, la diosa de la belleza y del amor para la mitología griega, que puede compararse con Venus, diosa romana. Existen dos versiones con respecto a sus orígenes: la primera la ubica como hija de Dione y Zeus; la segunda explica que una vez que Cronos, otro dios griego, castró a su padre, Urano, Afrodita nació de la espuma que se formó en el agua del mar con la sangre que surgió de la herida.
Afrodita contaba con grandes poderes, como ser fecundar los hogares, proteger a los esposos y supervisar los nacimientos humanos. Por otro lado, su nombre es símbolo de pasión desenfrenada que atenta contra la armonía de las relaciones amorosas y empuja a los mortales a caer en vicios y excesos.
La mitología cuenta que Afrodita se casó con Hefesto, aunque mantuvo apasionados romances con Ares, Hermes, Poseidón y Dioniso; sus hijos Anteros y Eros, de hecho, pertenecen a su relación con Ares. Pero Afrodita no sólo buscaba el amor en las otras deidades, sino que también se sentía atraída a los mortales; y eso dio lugar a sus conocidos romances con Anquises (troyano con el cual engendró a Eneas) y Adonis.
Hefesto se enteró del adulterio de su esposa con Ares gracias al sol, y tal descubrimiento lo llevó a elaborar un mecanismo que los atrapase en su cama la próxima vez que se encontrasen; y así fue que quedaron encadenados y fueron humillados frente a los demás dioses.
Deidad y seres humanos
En ocasiones, los límites y las distancias entre la deidad y el ser humano se vuelven difusos o incluso se eliminan. Así encontramos a personas que se autoproclaman como deidades o entidades suprahumanas, como fue el caso de muchos gobernantes en la antigüedad.
En el lenguaje coloquial, la noción de deidad puede aplicarse sobre quien se considera superior a los demás o cree poseer la verdad: «No soporto que alaben al presidente como si fuera una deidad: comete errores como cualquiera», «¿Cómo puedes creer que sabes lo que siento? ¿Piensas que eres una deidad?».