El verbo deparar se emplea con referencia a la acción de conceder, otorgar o brindar. El concepto también puede aludir a presentar o exhibir.
Por ejemplo: “No sé qué nos va a deparar este viaje, pero tengo muchas ganas de subir al avión e iniciar la travesía”, “El sorteo de los octavos de final del torneo puede deparar hasta tres clásicos”, “Nunca te olvides de que una traición solo puede deparar enojo y dolor”.
La idea de deparar muchas veces se vincula con aquello que alguien espera de algo. Supongamos que el presidente de un país analiza un posible aumento de impuestos. El mandatario comienza a pensar en qué puede deparar dicha medida: por un lado, es posible que los ciudadanos no estén de acuerdo y que expresen su descontento; por otra parte, el incremento de impuestos podría derivar en una mayor recaudación fiscal y así el Estado contaría con más recursos que podría destinar a satisfacer las necesidades de la gente. En base a estas previsiones, el presidente debe tomar una decisión.
El azar que generalmente asociamos con el futuro puede resultar fascinante, y muchas veces nos incentiva a seguir adelante en los momentos más difíciles simplemente para ver qué tiene reservado el destino para nosotros en la próxima esquina, detrás de la próxima puerta. Por otro lado, no debemos olvidar que nuestros actos siempre tienen consecuencias, de manera que si prestamos más atención podemos adelantarnos a ciertas situaciones negativas para vivir mejor.
Además de los sinónimos del término deparar expuestos hasta el momento, también podemos mencionar los siguientes: «suministrar» y «proporcionar».
Cuando una persona se pregunta «qué le deparará el destino», no se enfoca en la posibilidad que el destino le otorgue de vivir una experiencia en particular, sino en la experiencia misma. Este matiz vuelve difícil adjudicarle un antónimo a este verbo.
Tanto en este contexto como en el ejemplo del presidente que analiza las potenciales consecuencias de un aumento en los impuestos, el verbo deparar nos hace pensar en una puerta que se abre a lo desconocido y que deja pasar una realidad muchas veces impredecible: no nos sirve para preguntarnos si «la compañía nos concederá un aumento»; detrás de una misma puerta, el destino nos puede deparar un aumento, perder el tren, conocer a la persona de nuestros sueños o incluso una enfermedad terminal.
Si bien en algunas ocasiones es posible analizar con cierta nitidez las cosas que puede depararnos una decisión, este término no se usa para mirar con detenimiento cada una de ellas, sino antes, quizás para conformar esta lista en nuestra mente y recién entonces pasar a verbos como «conceder», que sí nos permiten enfocarnos en cuestiones más puntuales.
Dicho todo esto, no es tarea fácil dar con un verbo que sirva para expresar la idea opuesta a deparar; si realmente deseamos ubicarnos en el otro extremo, quizás simplemente debamos evadir la pregunta acerca de las consecuencias de nuestros actos o de lo que el futuro esconde para nosotros. Estamos ante un caso especial en el cual es preferible negar el verbo original a usar otro, si deseamos expresar lo contrario: «Me pregunto qué no me deparará este viaje».
Deparar también puede relacionarse a la atención que se le presta, o no, a las consecuencias de una acción. Un joven puede organizar una fiesta en su casa, invitando a decenas de amigos y escuchando música a volumen muy alto durante toda la noche. Al día siguiente, el muchacho se encuentra con varios vecinos que le manifiestan sus quejas ya que no pudieron descansar. Puede decirse que el joven organizó el festejo sin deparar en las molestias que iba a provocar.