Se denomina disautonomía a un trastorno provocado por problemas en el sistema nervioso autónomo, cuya función es el control y la regulación de las funciones automáticas del organismo (como la temperatura, la presión y el pulso). Esta alteración hace que la persona no pueda desarrollar acciones con normalidad.
Décadas atrás la disautonomía era conocida como neurastenia (una debilidad registrada en el sistema nervioso). Hoy se entiende a la disautonomía como un padecimiento crónico y multisintomático que genera un grado de discapacidad. Por motivos desconocidos, las mujeres tienen más propensión que los hombres a experimentar la disautonomía.
No hay que pasar por alto que existen distintos tipos de disautonomía. Así, por ejemplo, destacan los siguientes:
-Según su localización, puede ser periférica o central. La primera afecta a las neuronas postganglionares y la segunda a todas las neuronas que se encuentran antes de los ganglios.
-Si tenemos en cuenta su origen puede ser primaria, porque no tiene una causa definida y suele ser degenerativa, o secundaria, porque aparece en relación a otro trastorno sistémico.
-Partiendo de lo que es la ausencia de sustancias químicas, la disautonomía puede ser adrenérgica, colinérgica o mixta. En la primera hay carencia de adrenalina y en la segunda falta acetilcolina.
Quien padece disautonomía puede sentirse fatigado, tener sueño, lucir pálido y presentar las manos y los pies fríos. Incluso es posible que sufra taquicardia, mareos y hasta desmayos. Los dolores frecuentes de articulaciones y cabeza y la irregularidad en la presión arterial también forman parte de este mal que no es contagioso.
Además de los síntomas expuestos, la persona que sufre disautonomía puede presentar otros tales como pérdida de conciencia, que es quizás uno de los más identificativos de esta enfermedad.
Un virus, una intoxicación, un traumatismo o una enfermedad autoinmune pueden provocar un daño en el sistema nervioso autónomo que derive en la aparición de la disautonomía. Las mujeres con disautonomía que quedan embarazadas, por otra parte, pueden registrar un empeoramiento o un alivio de los síntomas, según el caso.
Aunque la disautonomía no puede curarse, es posible desarrollar un tratamiento para minimizar sus efectos y permitir que el paciente desarrolle su vida de la mejor manera posible. El médico puede recetar ciertos fármacos para tratar determinados síntomas o sugerir ciertos hábitos y rutinas (como realizar ejercicio físico y beber mucha agua, por ejemplo).
Otros datos de interés acerca de este trastorno son los siguientes:
-En ocasiones, por algunos de sus síntomas, suele confundirse con la depresión o el hipotiroidismo.
-Se considera que el principal factor de riesgo que tiene una persona para sufrirla es que en su familia existan más casos. De ahí que exista lo que se conoce como disautonomía familiar (DF), que es la que los padres transmiten a sus hijos a través de un gen defectuoso y que, aunque no es nada habitual, suele aparecer en personas de ascendencia judía de la zona de Europa oriental. Es interesante conocer que también responde al nombre de neuropatía sensitiva autonómica hereditaria tipo 3.